Crítica Biutiful; La Fonética de una Vida Desgarrada

9/10
Papá, ¿cómo se escribe «beautiful»?
Pues no sé. Como suena, supongo.
Este es uno de los diálogos de la película que mejor ilustra la que posiblemente sea una de las obras cumbre de este 2010. La que nos otorga la definición perfecta a la hora de entresacar todos y cada uno de los momentos clave de la película. El nexo de unión que hace que todas las escenas y secuencias de la película tengan un sentido común. 
Hay mucha gente que se escuda en descalificar la película (salvando el loabilísimo trabajo de Javier Bardem) basándose en que el libreto que conforma los diálogos del metraje ya no están escritos por Guillermo Arriaga, el autor de las tres obras maestras del cine de Iñárritu: Amores Perros, 21 Gramos y Babel. En esta ocasión es el propio director mexicano el que aporta su pluma para escribir las escenas de esta maravillosa película titulada Biutiful.
Hay momentos en los que se nota que Arriaga ya no está. La cohesión de algunas escenas queda en entredicho pero en su lugar tenemos información en bruto acerca de la vida cotidiana. Ya no hay historias cruzadas ni personajes que se relacionan unos con otros por obra y gracia del amor al arte de estos dos ilustres mexicanos. Aquí hay dureza, muerte, supervivencia, lucha, miedo, tristeza y mucho, mucho amor. Amor por la vida que se va, amor por los hijos, amor por una esposa que se abandona a sí misma. Pero tal y como se entiende la película, la vida no es todo lo bella que parece. La vida no es beautiful, sino biutiful. Así, mal escrito. Por que en este mundo no hay nada bonito, ni nada bello. Todo se termina tarde o temprano. La película es pesimista, quizá siendo lo más duro el mensaje que se desprende de ella, el hecho de que antes o después la vida te acaba devolviendo los golpes. Unos golpes que están representados en los acordes de las pocas melodías que suenan en la película, compuestas por el compositor Gustavo Santaolalla, el cual hace digerir las secuencias más desafortunadas de la cinta. 
Sin embargo, viendo la cinta de Iñárritu acabas por concluir que aunque tu vida parezca que va mal, siempre hay alguien pasándolo mucho peor. La película nos dice que nos debemos sentir afortunados porque tenemos un techo firme, una comida digna en el plato tres o cuatro veces al día y una cama cómoda con mantas donde podemos encogernos cada noche, en solitario o con la persona que más amamos en la vida. Aunque Biutiful no deja de contener un mal presagio a la hora de definir la propia vida, es inviable no extrapolar ese mensaje a la vida cotidiana y hacer una autoconfesión acerca de nuestra condición de seres humanos. Muchos nos quejamos por vicio. Tenemos todo lo que queremos cuando lo queremos y aún así, seguimos quejándonos.
Viendo Biutiful entiendo menos el efecto tan arrollador que han tenido otro tipo de películas mucho más simples y menos impactantes. Se nota que en este 2010 el público se ha definido por exigir cintas livianas que no fueran más allá del simple entretenimiento. Hubo millares de personas que disfrutaron con La Red Social y se durmieron con El Americano, la simpleza y concisión contra el estilo y la meticulosidad. No obstante, yo he disfrutado con todas y cada una de estas películas como el que más.
¿Y qué puedo decir de Javier Bardem? Pues simplemente que me ha terminado de conquistar. El actor español era uno de mis «odiados» gracias a sus apariciones en sandeces españolas como Jamón, Jamón aunque sin embargo, comenzó a llamarme la atención cuando realizó Carne Trémula junto a Pedro Almodóvar. No hay ninguna duda de que supo subirse a la cresta de la ola realizando Antes que Anochezca (Julian Schnabel, 2000) por el que fue nominado al Oscar al mejor actor. Posteriormente, sus apariciones en Collateral y Pasos de Baile le terminaron de aupar al estrellato en Hollywood. Mar Adentro, No es País Para Viejos (Oscar incluido) y Vicky Cristina Barcelona le llevaron a lo más alto y a ser uno de los actores más cotizados del panorama fílmico actual.
Bardem no se ha corrompido en Hollywood. No ha sacrificado su carrera en favor de papeles donde se cobre un suculento cheque (como sí ha hecho su querida compañera sentimental, la que todos llaman Pe) sólo por mantener su cara en el compendio cinematográfico americano del año. Javier se ha sacrificado y se ha entregado por cada papel que ha hecho. Incluso su dudoso rol en Come, Reza, Ama responde a la necesidad del actor de enriquecerse como actor, probar nuevas experiencias y trabajar con una de las grandes de Hollywood: Julia Roberts.
En Biutiful, el actor español realiza una de las mejores interpretaciones del año aún sin haber visto las demás películas que compiten a los grandes premios. Sin embargo, la ausencia de Bardem en los Globos de Oro es algo imperdonable. Muy bien lo han tenido que hacer Mark Wahlberg, Colin Firth, Ryan Gosling, James Franco y excuso hablar del pánfilo Jesse Eisenberg. Lo de los Globos de Oro ya es algo personal, aunque la nominación como Mejor Película Extranjera parece intentar salvar este caos que la prensa extranjera ha creado. Y todavía nos quedan por delante los Oscar.
En cuanto a Iñárritu, vuelve a demostrar su inimitable estilo. La lentitud de los planos, el detallismo y el estilo pseudo-documental son puntos a favor a la hora de calificar el positivo trabajo del mexicano detrás de la cámara. Como decimos, el guión sufre de algunas deficiencias en algunos aspectos, muy determinados, pero la falta de Guillermo Arriaga se suple con el gran trabajo de Bardem y con la habilidad manifiesta de Alejandro González Iñárritu. La manera de crear la atmósfera al comienzo de la trama y de finalizarla es una prueba concluyente de ese saber hacer cine del que tanta gente adolece hoy en día.
Sepa, si acude a las salas a ver Biutiful, que tiene dos opciones. La primera, quedarse dormido y perderse un espectáculo realista y un cuadro impresionista que le dejará con la boca abierta. La segunda, abrir los ojos todo lo que pueda y sumergirse en este viaje en compañía de Javier Bardem por los barrios más castigados de Barcelona y por los suburbios de nuestra propia existencia.
Yo, personalmente, le recomiendo encarecidamente la segunda opción. 

Películas para Dos Vidas; Eduardo Manostijeras

 Las grandes historias siempre comienzan bajo una densa nevada y el calor del hogar al otro lado de la ventana. Una noche oscura y enigmática para la ensoñación que únicamente puede suscitar un cuento de los de antes, narrado con la dulce sabiduría de una anciana a su nieta, y heredero de una romanticismo gótico evocador y tierno. Cada ser humano es un fabulador en sí mismo; cada historia, una creación humana única e irrepetible a la que añadimos los significados que nuestra experiencia personal y el imaginario mitológico compartido nos dictan. Sólo así puede explicarse la mágia que hallamos en la sencilla vivencia de un cuento, que no es más que la literalización metafórica de aquello que acontece en la realidad más cotidiana.
Ese caracter híbrido entre realidad y ficción onírica  es el que le concede a Eduardo Manostijeras la categoría de clásico indiscutible del cine moderno como particular hallazgo creativo repleto de luces y sombras. Su director, Tim Burton, volcó aquí parte de su oscuro mundo interior a través de la historia de un ser marginal a medio camino entre el feliz niño de madera que retrató Disney y el traumático proyecto inacabado en el que devino el Frankenstein de Mary Shelley, ambos con corazón humano pero con las limitaciones evidentes de su aspecto diferente y su naturaleza mestiza. Eduardo es una compleja criatura que encierra en sí misma un visceral temor a ser rechazado por aquellos a los que ansia parecerse, por ello se cobija en el tenebroso castillo de su creador, ya fallecido(la intervención de Vincent Price es memorable), como un parapeto frente al mundo, sin apenas percatarse de que la deformidad afilada de sus manos, esa que constituye su paradójica incapacidad de comunicación con el resto, no es razón suficiente para sentirse menos humano. 
Al fin y al cabo, la sociedad del idílico barrio residencial que se asienta en las faldas de la lúgrubre fortaleza encierra algo de inexplicable perversidad. Sus moradores, hastiados de la geométrica perfección de sus vidas y carentes de cualquier tipo de aliciente como producto del plenamente alcanzado sueño americano, rastrean en la privacidad de los demás para suplir, aunque sea de forma momentánea, el aburrimiento incontenible en el que se encuentran inmersos. La irracional endogamia moral de este entorno, retratado magistralmente por Burton con una extensa gama de colores pasteles y asépticos decorados de cartón piedra, viene a certificar la defunción de una sociedad que se siente agredida ante lo diferente, lo extraño, o todo lo que diverga de los cánones establecidos de forma unilateral por sus propios integrantes como ente unitario frente al simple individuo (algo que puede ser extrapolado a mayor escala).
No es, pues, de extrañar, la catarsis desatada por la llegada de un ser peculiar que en lugar de manos cuenta con grandes y afiladas tijeras. La casa de Peg Boggs, la amable vendedora de Avon que adopta a Eduardo como invitado de excepción, se erige como inusitado centro de recepción de vecinas curiosas y de muestras de generosidad inauditas hasta ahora. El nuevo huésped será, durante semanas, el objetivo de las miradas y las habladurías del barrio, así como un elemento aglutinador de opiniones favorables alimentadas por la buena disposición del muchacho para agradar a sus vecinos, ya sea en apasionantes sesiones de peluquería o ejerciendo de jardinero-artista. Sin embargo, como siempre pasa tras las arrolladoras dinámicas del cambio y los hechos de vibrante actualidad, todo termina por revertir a su forma primigenia. La novedad pierde parte de su encanto y las deficiencias visibles o los estereotipos surgidos por la naturaleza diferente del personaje  brotan de forma fulgurante, hasta que la homogeneidad vuelve a instalarse como única condición indispensable para ser aceptado. Eduardo es como un juguete perdido en el desván que ha perdido su sitio en la voraz civilización, capaz de corromper cualquier forma de inocencia.
Eduardo Manostijeras no deja de ser una fábula urbana, profundamente romántica, arriesgada y teñida de una tierna pátina fantástica, que versa sobre la incapacidad de la sociedad de ver más allá de sus propios intereses y prejuicios. Tim Burton compone aquí su obra más personal (y quizás la mejor de su carrera con permiso de Ed Wood) tirando del hilo de su demostrada capacidad de evocación al servicio de un entrañable personaje de una bondad capaz incluso de enamorar a la chica de la película (una bella Winona Ryder). En este sentido, se nos antoja necesario reseñar el buen trabajo de Johnny Depp (en su primer colaboración con Burton) al modular su interpretación con la timidez y ternura que el papel requería para configurar a ese personaje dual inolvidable en la historia del cine.

Burton, además, se arropa con el fascinante diseño de producción de Bo Welch, el guión de Caroline Thompson y la banda sonora del siempre genial Danny Elfman para cosechar un resultado que difícilmente podría haber sido mejor. Eduardo Manostijeras sorprende por la originalidad híbrida que despliega en su peculiar juego de luces y sombras, inédito en la carrera de su director; por su capacidad para suscitar sentimientos muy similares a los sugeridos por los cuentos clásicos heredados por la cultura popular; por su extenso catálogo de escenas memorables, como ese baile de Winona Ryder bajo una nevada de hielo o ese dulce abrazo entre la improbable pareja; o por el complejo retrato de su personaje, todo un hallazgo metafórico que entronca con el espíritu de su propio creador. Todas son razones para pensar en Eduardo Manostijeras como esa película que todos debemos ver una fria tarde de invierno en el apacible calor de nuestro hogar, en la que la fantasía invada nuestros espíritus y nos lleve, como una historia narrada antes de dormirnos, al mágico terrritorio de los sueños.

Los actores también se premian y entre ellos

Y tras la fiebre de los Globos de Oro, les llega el turno a los profesionales del cine. Si hace algunas semanas conocíamos los premiados por los críticos de Nueva York y Los Ángeles así como los del National Board of Review, ahora les toca el turno a los propios actores. Aquellos que dotan de rostro y personalidad a los caracteres escritos por todos y cada uno de los fructíferos guionistas que pueblan Estados Unidos, algunos más que otros.

El Sindicato de Actores de Estados Unidos (SGA) anunciaba hace unas horas los nombres de los actores nominados tanto en televisión como en cine. Teniendo en cuenta la importancia que está tomando la pequeña pantalla en la vida de los intérpretes, es de justicia reconocer ambos galardones.
Comenzamos por el cine y lo hacemos de la mano de The Fighter y El Discurso del Rey, ambas con cuatro nominaciones y partiendo como absolutas favoritas. En la categoría de Mejor Actor Principal tenemos al olvidado Jeff Brigdes (Valor de Ley, especial atención a este remake de los Coen), Robert Duvall (Get Low), Jesse Eisenberg (La Red Social, sigue siendo inexplicable), Colin Firth (El Discurso del Rey, y el gran favorito para todos los premios) y James Franco (127 Horas, ojito también con la nueva apuesta de Danny Boyle).
En el lado femenino encontramos alguna que otra novedad a la que hay que prestar atención. Entre las cinco finalistas se nos ha colado Hilary Swank, una excelente actriz que fue nominada a dos Oscar y los consiguió los dos (Boys Don´t Cry y Million Dollar Baby). En esta ocasión, compite con la película Conviction. Las cuatro restantes ya las conocemos: Natalie Portman (Cisne Negro, Aronofsky vuelve a las andadas y hace a Portman favorita en las quinielas), Nicole Kidman (Rabbit Hole, mucha atención a esta película), Jennifer Lawrence por Winter´s Bone y Annette Bening por Los Chicos Están Bien, última apuesta independiente del año.
Si hablamos de actores de reparto, comenzamos por los agraciados que este año competirán por el premio al Mejor Actor Secundario. El favorito entre todos ellos es Christian Bale por The Fighter (veinte kilos de peso menos es un sacrificio loable y tomarse en serio su trabajo). Por otro lado circulan Jeremy Renner por The Town, Mark Ruffalo por Los Chicos Están Bien (eterno y grandioso actor de reparto), Geoffrey Rush por El Discurso del Rey y John Hawkes por Winter´s Bone.
El premio a la Mejor Actriz de Reparto viene muy disputado entre, sobre todo, cuatro actrices de talla interpretativa inimitable. Helena Bonham Carter por El Discurso del Rey, Amy Adams por The Fighter (sempiterna últimamente esta chica), Mila Kunis por Cisne Negro y Melissa Leo por The Fighter. Algo más descolgada anda la casi desconocida Hailee Steinfeld y su interpretación en Valor de Ley. Sin embargo, todo puede ocurrir.
TELEVISIÓN
La televisión trae más de una alegría al año y las series que cada día contemplamos abren una nueva vía para el disfrute y el regocijo casero en una noche soleada, lluviosa o granizada. Prueba de ello es que somos muchos los que estamos más pendientes de los premios que se le otorgan a nuestros actores más televisivos que a los propios intérpretes cinematográficos. Sólo trataremos los premios principales. La lista completa de nominados la puedes consultar en este enlace.
Como Mejor Actor en Serie Dramática tenemos un auténtico plantel de actores dignos de las mejores películas de la Historia. Es exactamente el mismo quinteto que repite en los Globos de Oro los que copan las nominaciones al SAG: Jon Hamm (Mad Men), Michael C. Hall (Dexter), Bryan Cranston (Breaking Bad), Steve Buscemi (Boardwalk Empire) y Hugh Laurie (House).
Casi el mismo resultado obtenemos de la categoría de Mejor Actriz en Serie Dramática con la inclusión de Glenn Close (Daños y Perjuicios) por Piper Perabo y Mariska Hargitay (Ley y Orden) por Katey Sagal. Las demás son las mismas que competirán por el Globo de Oro: Elizabeth Moss (Mad Men), Julianna Margulies (The Good Wife) y Kyra Sedgwick (The Closer).
La comedia es un género interesante en la televisión y seguimos reivindicando la figura de Neil Patrick Harris, olvidado siempre en este tipo de premios. Esperemos que el año próximo en los Emmy le traiga más suerte al protagonista de Cómo Conocí a Vuestra Madre. De momento, nos contentamos con Alec Baldwin (Rockefeller Plaza), Ty Burrell (Modern Family), Steve Carell (The Office), Chris Colfer (Glee) y Ed O¨Neill (Modern Family) como actores protagonistas.
Del lado femenino, Edie Falco (Nurse Jackie), Tina Fey (Rockefeller Plaza), Jane Lynch (Glee), Sofia Vergara (Modern Family) y Betty White (Hot in Cleveland) compite como Mejor Actriz de Serie de Comedia.
También hay galardones corales tanto en serie dramática como en serie de comedia. En lo que a Drama se refiere se ha destacado la labor de reparto de Boardwalk Empire, Mad Men, Dexter, The Good Wife y The Closer. Y en el lado cómico de la televisión, tenemos a Glee, Modern Family, Rockefeller Plaza, Hot in Cleveland y The Office.

A los Globos de Oro les gusta la televisión

Que la televisión manda es un hecho incontestable, más si cabe ante la depreciación progresiva de las apuestas cinematográficas, cuya mediocridad salvo excepciones suscita el transvase masivo de espectadores a la pequeña pantalla. Sin embargo, de una claridad aún más meridiana es esa tendencia legitimada por los años y los galardones que posibilita la hegemonía cualitativa de las ficciones televisivas emitidas por canales de cable. Y es que ya nadie duda de las preferencias de la crítica estadounidense a la hora de reconocer la primacia en talento y presupuesto de las propuestas de la HBO, AMC o Showtime, algo que se refleja, una vez más, en las nominaciones de los Globos de Oro de este año, donde vuelven a sumar el mayor número candidaturas (la HBO en cabeza con 12).
Es por ello que no podemos dar cuenta aquí de grandes sorpresas. En el apartado de drama, Mad Men, Dexter y The Good Wife mantienen su posición de privilegio frente a las recién llegadas Boardwalk Empire y The Walking Dead, las cuales reemplazan a Breaking Bad, House, True Blood o la última temporada de Lost en la terna de nominadas.
Respecto al apartado de comedia, donde las producciones de canales en abierto copan de forma excepcional la selección, son escasas las sorpresas; Rockefeller Plaza, Modern Family, Jackie y Glee volverán a entrar en pugna por el preciado galardón junto a la recién llegada The Big C (una ácida comedia negra de Showtime interpretada por Laura Linney) y la ampliamente aclamada por el público The Big Bang Theory (aunque se siga echando de menos a Cómo conocí a vuestra madre entre las favoritas).
La batalla en el campo interpretativo será aún más encarnizada, especialmente en el ámbito masculino, donde Michael C. Hall, el psicópata favorito de América defenderá título frente a los multipremiados Bryan Cranston (sencillamente genial en Breaking Bad), Hugh Laurie (el inefable doctor House) y Jon Hamm (el estilo hecho hombre como vector de los Mad Men de Nueva York), así como contra un debutante en competición aunque no por ello menos experimentado, Steve Buscemi y su Nucky Thompson de Boardwalk Empire. 
 Algo similar ocurre en Comedia, categoría en la que únicamente se cuela Jim Parsons (The Big Bang Theory) como rival de enjundia frente al todopoderoso Alec Baldwin, o los también veteranos Steve Carrell  (The Office), Matthew Morrison (Glee) y Thomas Jane (Hung).
En la sección femenina los cambios son más notorios. Jullianne Margulies repite nominación tras su triunfo del año anterior gracias a su rol de mujer-coraje en The Good Wife, al igual que Kyra Sedgwick en la que podría ser su última concurrencia en estos premios, al menos por su protagonismo en The Closer, ya en su última temporada en antena. Se incorporan entre las elegidas Elizabeth Moss (Peggy Olson en Mad Men), Piper Perabo (Covert Affairs) y Katey Sagal (Sons of Anarchy). En comedia repiten Toni Colette (United States of Tara), Edie Falco (Jackie), Lea Michele (Glee) y Tina Fey (Rockefeller Plaza), a las que se une Laura Linney por su complejo rol en The Big C
Entre los secundarios pocos repiten nominación respecto al año pasado. Concretamente, sólo Jane Lynch (Glee) mantiene su posición entre las favoritas de la prensa extranjera ante la oleada de nuevos rostros que entran en competición, entre los que destacan Kelly Mcdonald (Boardwalk Empire), Julia Stiles (por su aparición en la quinta temporada de Dexter), o Sofía Vergara (la flamante madre colombiana de Modern Family) en el ámbito femenino, y Scott Caan (Hawaii Five-0), Chris Noth (The Good Wife) o Eric Stonestreet (Modern Family) en el masculino.
Por último, conviene hacer referencia a las categorías de miniserie o telefilms, donde parte como favorita The Pacific frente a otras apuestas potentes del año como Los Pilares de la Tierra o Temple Grandin. Entre los actores nominados, sorprende el regreso de Al Pacino y Dennis Quaid a unos premios gracias You Don’t Know Jack y The Special Relationship respectivamente; mientras que entre las mujeres la experimentada Judi Dench deberá enfrentarse a Hayley Atwell, Claire Danes o Jennifer Love Hewitt entre otras.
Como podemos observar, son escasas las sorpresas importantes para un nuevo año de buena ficción televisiva en el que vuelve a destacar el musical juvenil Glee, las desventuras de los Mad Men, Dexter o el fenómeno cómico desatado por Modern Family. No obstante, se agradece la concurrencia de propuestas originales como el magno proyecto de Martin Scorsese Boardwalk Empire, la apabullantemente exitosa The Walking Dead o la comedia negra de Showtime The Big C; todos ellos elementos que tienden a complementar lo que ya es de por sí una industria que poco le tiene que envidiar al mítico Hollywood. Todas las incognitas se resolverán el próximo 15 de Enero.

Vea la rueda de prensa completa aquí. El listado de nominado en el siguiente enlace.

Gritos y Susurros en los Globos de Oro

Esta misma mañana a las 14:15, en la típica rutina televisada, se han anunciado los nominados para los Globos de Oro del presente año que recogen lo mejor del cine y la televisión en estos últimos 365 días. Hay sorpresas, algunas de ellas agradables y bastantes desagradables, aún sin conocer a fondo todas y cada una de las películas a concurso. 
Os contamos a continuación todos los nominados a la denominada «antesala de los Oscar», en las que comenzaremos a vislumbrar cuales serán los posibles premiados en la gran cita cinematográfica del año.
En primer lugar, distinguiremos entre las nominadas a la Mejor Película de Comedia o Musical, donde se dan cita algunas de apuestas más insulsas del año como por ejemplo Alicia en el País de las Maravillas y Burlesque. La primera la hemos visto y la sensación de convicción que nos deja Tim Burton no es precisamente la mejor de todas. Burlesque, sin ninguna duda, es una película que han incluido para cubrir el propio nombre de la categoría: Comedia o Musical. 
Por otro lado encontramos la gran apuesta independiente de este año, The Kids are All Right, protagonizada por Julianne Moore, Annette Bening y Mark Ruffalo, la cual posee todas las papeletas para alzarse con el premio al Mejor Guión (si la supuesta favorita, La Red Social, así se lo permite). Por último, Red (una película que no parece ni de lejos para estar entre lo mejor del año) y The Tourist, de inminente estreno en España con la presencia de Angelina Jolie y Johnny Depp, la cual podremos juzgar detenidamente.
Si continuamos con el premio a la Mejor Película Dramática, tenemos dos de las sensaciones del año: Origen, dirigida por Christopher Nolan y La Red Social, salida de la fructífera mente de David Fincher y Aaron Sorkin. Por otro lado, Cisne Negro, la nueva cinta de Darren Aronofsky (El Luchador, Réquiem por un Sueño); The Fighter, una atractiva película de boxeo con Mark Walhberg y Christian Bale dirigida por David O. Russell (Tres Reyes) y El Discurso del Rey, suponemos que una elegante cinta sobre los Windsor con acento británico y una portentosa interpretación de Colin Firth.
Halle Berry (Frankie and Alice), Jennifer Lawrence (Winter´s Bone), Michelle Williams (Blue Valentine), Nicole Kidman (Rabbit Hole) y Natalie Portman (Cisne Negro) se disputarán el premio a la Mejor Actriz de Drama, siendo las dos últimas intérpretes las favoritas a alzarse con el galardón.
Tanto Julianne Moore como Annette Bening están nominadas a la Mejor Actriz de Comedia o Musical por sus respectivos roles en The Kids are All Right. Por su parte, Angelina Jolie competirá por su papel en The Tourist así como Anne Hathaway (Love and Other Drugs) y una de las sorpresas de los Globos de Oro: la joven Emma Stone por Rumores y Mentiras.
Del lado secundario, el premio a la Mejor Actriz Secundaria irá a parar a la sempiterna Amy Adams (The Fighter), la británica Helena Bonham Carter (El Discurso del Rey), Mila Kunis (Cisne Negro), Melissa Leo (The Fighter) y Jacki Weaver (Animal Kingdom).
En el apartado interpretativo masculino, en la categoría de Mejor Actor de Drama, podemos afirmar que, a priori y con cierta sensatez, existe un claro favorito. Y ese no puede ser otro más que Colin Firth por su recreación del rey Jorge VI en El Discurso del Rey. Lo demás no son más que nominaciones incidentales, siendo la más sangrante la de Jesse Eisenberg simplemente por colocar el mismo rostro de pánfilo durante dos horas y cuarto de metraje. Su interpretación no es mala pero me cuesta admitir su éxito. James Franco y su arriesgado rol en 127 Horas, Ryan Gosling (Blue Valentine) y Mark Walhberg (The Fighter) no parece que puedan hacerle mucha sombra al gran actor británico.
Si hablamos de Mejor Actor en Comedia o Musical, hablamos de la inexplicable doble nominación a Johnny Depp (sobre todo una de ellas, Alicia en el País de las Maravillas, donde repite exactamente el mismo rol que en Piratas del Caribe). La otra nominación a Depp se refiere a su, todavía no visto, personaje en The Tourist que, recordemos, dirige Florian Von Donnersmack (La Vida de los Otros). Paul Giamatti, Jake Gyllenhaal y Kevin Spacey cierran esta categoría.
Entre los actores secundarios que optan al correspondiente galardón se ha anunciado a Andrew Garfield por La Red Social, a un inexplicable Michael Douglas por Wall Street 2, al actor de moda Jeremy Renner por The Town (única nominación para la película de Ben Affleck), Geoffrey Rush por El Discurso del Rey y al que parece el gran favorito, Christian Bale y su extremo trabajo de adelgazamiento para The Fighter.
Pasando al apartado animado, Toy Story 3 parece la gran favorita muy por encima de sus competidoras: Gru, Mi Villano Favorito, Cómo Entrenar a tu Dragón, El Ilusionista y Tangled. La competencia no parece fuerte aunque en estos premios nunca se puede llegar a una certeza o verdad absoluta acerca de lo que puede terminar sucediendo.
Pero como no se puede premiar única y exclusivamente al producto americano, para eso se creó la categoría de Mejor Película Extranjera, donde este año se colocan tres películas muy destacadas: la francesa El Concierto, la mexicana Biutiful (con nuestro Javier Bardem en el papel principal y premiado en Venecia) y la danesa En Un Mundo Mejor, dirigida por Suzanne Bier y presentada en la última edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Las otras dos cintas a concurso son la italiana Yo Soy el Amor (protagonizada por Tilda Swinton) y The Edge, una destacada y romántica película rusa.
Los premios técnicos (de los cuales sólo nombraremos al Director, Guión y Banda Sonora) vienen repartidos. En cuanto al galardón al Mejor Director, compiten Darren Aronofsky por Cisne Negro, Tom Hooper por El Discurso del Rey, David O. Russell por The Fighter y los dos favoritos: David Fincher por La Red Social y, nuestro favorito, Christopher Nolan por Origen. Una categoría en la que algunos ya han alzado la voz para pronunciarse a favor de Danny Boyle y su trabajo detrás de la cámara en 127 Horas.
En cuanto al apartado del libreto, los nominados al Mejor Guión son el propio Danny Boyle por 127 Horas, David Seidler por El Discurso del Rey, Christopher Nolan por Origen, Aaron Sorkin por La Red Social y la que, como de costumbre por ser independiente, parece la gran favorita: Lisa Cholodenko y Stuart Bloomberg por The Kids are All Right. Una categoría compleja en la que poco podemos sacar en claro puesto que puede ocurrir absolutamente de todo.
Terminamos este repaso a lo, supuestamente, mejor del año en cuanto a cine se refiere con la categoría de Mejor Banda Sonora, en la que los nominados son El Discurso del Rey, Alicia en el País de las Maravillas, Origen, 127 Horas y La Red Social. Es inevitable no recordar a Toy Story y su evidente falta de nominaciones (sólo una) siendo una de las mejores obras producidas en este año. 
No deberemos olvidarnos del premio honorífico del año para Robert De Niro, en honor a su dilatada carrera y a sus años en el cine. Su experiencia, sus grandes interpretaciones y ser uno de los mejores actores de toda la Historia del Cine tienen su fruto en un reconocimiento más que merecido.
Esperemos que los Oscar sirvan para que algunas películas obtengan la redención y otras, por suerte, se queden en el camino.

Crítica The Walking Dead: Zombies en la pequeña pantalla

 7/10

Los zombies vuelven a nuestras pantallas… aunque en esta ocasión a las de nuestros hogares. Los muertos vivientes son una de esas criaturas, como los vampiros o los hombres lobo, que nunca pasan de moda. Ha transcurrido ya más de medio siglo desde que George A. Romero y su La noche de los muertos vivientes diese inicio a un género cinematográfico tan aterrador como verdaderamente adrenalítico, y aún hoy los zombies continúan cosechando éxitos y seguidores por todo el mundo. Se han realizado diferentes vueltas de tuerca, desde la parodia descacharrante (Zombies Party) hasta el terror puro (28 días después) pasando por desvaríos gore  con litros de sangre por segundo en cada escena (Amanecer de los muertos); sin embargo, el flujo de propuestas que cuentan como protagonistas con estos seres diabólicos y a la vez humanos no cesa en virtud del beneplácito alcanzado entre el público.
Y ahora, al fín,  llegan a la televisión. Los zombies dejan la oscuridad de las grandes salas de cine para internarse en el íntimo espacio del hogar, donde luchan con todo tipo de criaturas y personajes excepcionales por una cuota de pantalla que les permita seguir aterrorizando al personal. Lo cierto es que el proyecto no podía ser mejor: The walking dead, inspirada en el cómic de Robert Kirkman, es una serie de la AMC inicialmente concebida para ser desarrollada en seis capítulos dirigidos, cada uno de ellos, por directores relevantes en el panorama televisivo o cinematográfico (de hecho, el episodio piloto, exhibido el día de Halloween en Estados Unidos, fue dirigido por el laureado realizador Frank Darabont), pero que sin embargo, a tenor del éxito cosechado desde el día de su estreno (coincidendo con Halloween y marcando un hito histórico para la cadena), ya ha sido confirmada para una segunda temporada que llegará en Otoño de 2011.

La premisa es bien sencilla. Un policía que fue herido en un tiroteo mientras se encontraba de servicio, se despierta en una habitación de hospital en la que reina el silencio y el abandono. Fuera, todo ofrece un aspecto desolador, los muertos jalonan los pasillos, el desorden reina en cada rincón. El sorprendido protagonista (interpretado por Andrew Lincoln, recordado por ser el enamoradizo pretendiente de Keira Knightley en Love Actually) comprueba a cada paso la pesadilla en la que ha devenido la realidad; deambula por una ciudad desierta en la que únicamente encuentra seres de aspecto cadavérico arrastrándose por el suelo, hasta que finalmente comprende que se encuentra sólo en un mundo destruido. Sin embargo, no todos los humanos han desaparecido y se topará con algunos que le ayudarán a encontrar a su familia.
Cualquier obra fílmica que nos sitúe en un mundo dominado por los zombies promete unos alicientes similares; tensión, claustrofóbia, drama e incluso ciertas dosis de humor espontáneo y sarcástico. The Walking Dead no deja de ser menos y da lo que promete; sangre y terror a partes iguales. La acción se desarrolla con cierta fluidez y guardando una perceptible fidelidad con su homólogo de tebeo, desbrozando las complejas situaciones con las que los desgraciados protagonistas topan a cada paso, acosados por una turba de no muertos hambrientos.
La serie congela el aliento, te mantiene en un estado constante de tensión, el corazón en un puño ante la incertidumbre de lo que ocurrirá en la siguiente escena.
 De hecho, en The Walking Dead no se elude la tragedia personal, la colisión de sentimientos primarios propios de un superviviente en un mundo devastado o las relaciones tumultuosas entre diferentes personajes al límite de su lucidez racional.
Así, hallamos momentos francamente espeluznantes (un ataque inesperado en la noche), desgarradores (cómo olvidar ese lamento solitario desde la azotea), espectaculares (la entrada triunfal a caballo en Seattle y ese plano cenital sobre el tanque) de una genialidad pasmosa (cuando se hacen pasar por no muertos), o decididamente sanguinolientos (aquí os dejamos una colección muy divertida de muertes de zombies), que complementan lo que podría haber sido un mero espectáculo televisivo gore.
 No obstante, se ha de señalar ciertos altibajos de ritmo e interés en los sucesivos capítulos, algo que difícilmente puede ser concebido en una serie con tan sólo seis episodios y, por ende, escaso tiempo para desarrollar tramas paralelas a la verdadera acción.
Y es que en ocasiones, la instrospección de algunos personajes (secundarios incluso) provoca cierta desesperación en el público, el cual ansía por encima de todo el frenetismo propio del género. Quizás por ello, Darabont (en funciones de productor) haya despedido a todo el plantel de guionistas de esta primera temporada, a los que buscará sustitutos para la siguiente.
De cualquier modo, The Walking Dead ha supuesto una brisa de aire fresco a un panorama televisivo que, si bien de una calidad superior, se encuentra dividido entre propuestas dramáticas y cómicas. Con la incursión de los zombies en la pequeña pantalla, se allana el camino a una enorme variedad de géneros que aún no han sido explotados pero que pueden verse beneficiados por los exitosos formatos televisivos.
 Este es, sin duda alguna, un ejemplo excepcional de cómo confeccionar un producto de entretenimiento para el gran público con unas dosis de calidad evidente, manifestadas en una cuidada puesta en escena, una recreación fascinante de la fantasmal ciudad de Seattle, un retrato certero aunque apresurado de sus protagonistas o la minuciosa construcción digital (y artesanal) de los zombies, quizás, los más creíbles y atractivos de la historia.
Esperaremos, impacientemente, a que la televisión vuelva a teñirse de rojo y el irracional pavor de ese mundo post apocalíptico y brutal domine nuestras alucinadas miradas de espectador. Todo ello, el año próximo.

Dulce Cine de Juventud… ¡en Navidad!: Solo en Casa

 ¿Qué niño de 8 o 9 años no ha soñado alguna vez con quedarse una temporada solo en casa y alejado de las pertinentes reprimendas paternas o el carácter quisquilloso de sus hermanos? El bueno de Macauly Culkin lo tenía bien claro y sus promesas no tardaron en cumplirse. A la mañana siguiente de su convencida conjura tras un altercado con las pizzas de queso, su familia al completo se encaminaba a París mientras él quedaba plácidamente dormido y, por ende, olvidado por el resto, dando pie a una trepidante aventura cinematográfica que incluía gamberradas infantiles, miedos viscerales relacionados con el sótano a los que hacer frente y una apoteósica batalla asimétrica contra dos cacos un tanto patosos a los que castigar con ingeniosas y macabras trampas. Y es que Solo en casa es básicamente eso, entretenimiento navideño para toda la familia que, a pesar del esquematismo de su planteamiento, ha sido encumbrada como una de esas cintas inmortales que todos recordamos con una amplia sonrisa en el rostro y momentos juveniles de verdadera diversión; una película, en fin, de nuestro Dulce Cine de Juventud y, además, ¡navideña!.
Sólo en casa puede identificarse como el punto de inflexión cinematográfico que marcó el final del género de aventuras Amblin de los 80’s (del que hemos dado buena cuenta en este ciclo) y dio inicio a una tendencia que buscaba un público objetivo más familiar y, consecuentemente, más amplio, de la que se erigiría como gran abanderado el propio Chris Columbus. Si en años pretéritos este había escrito el guión de clásicos del cine juvenil como Gremlims, El secreto de la Pirámide o Los Goonies, ahora le llegaba el turno para ejercer como director con esta apuesta segura escrita por el prestigioso John Hughes a la que seguiría su secuela, La Señora Doubtfire, Nueve Meses o las dos primeras entregas de la saga Harry Potter (es una lástima que su carrera se haya ido al traste en los últimos años). Lo cierto es que la ternura, la comicidad evidente aunque no por ello menos eficaz de las rocambolescas situaciones que retrata, el ritmo fluido y ameno de la trama, o la acertada caracterización de los personajes que Columbus imprime a sus cintas, hacen de su cine un producto redondo para un consumo masivo a la vez que satisfactorio. No en vano, la película en cuestión logró unas cifras de recaudación estratosféricas, además de adquirir una popularidad que aún hoy continua detentando de forma evidente, pues, ¿quién se atreve a replicar que no ha visto Solo en Casa alguna vez en su vida?
La película gira en torno a la figura de Kevin McCallister, un niño de ocho años que vive con su numerosa familia (es francamente una tarea imposible contar todos los hermanos y primos que desfilan por la pantalla) en una coqueta e imponente casa de un barrio residencial cualquiera, todo un deleite para ladrones con visos de dar un buen golpe aprovechando las vacaciones navideñas. Curiosamente esas que emprenden la familia McCallister al completo, o casi, tras una frenética mañana de prisas y desconcierto general. Kevin se despierta en medio de la soledad más absoluta y se percata de que está solo en casa; es entonces cuando una mirada pícara desvela el entusiasmo inicial del niño ante una libertad hasta ahora inédita en su vida. Sin embargo, no todo será diversión y parranda. La situación adoptará un cariz preocupante cuando un inefable dúo de cacos muestre su disposición a desvalijar su hogar y el joven ‘hombre de la casa’  deba erigirse como el único escollo que salvar antes de llegar hasta el botín. Vea el tráiler aquí.
Solo en Casa no puede entenderse sin el carisma de un niño prodigio como Macaulay Culkin, quien daba inicio aquí a una fulgurante carrera cinematográfica que lo llevarían a cosechar éxitos como  Mi Chica, El buen hijo o Niño Rico, y que desembocaría poco después en una espiral de drogas, sexo y descontrol hasta su defenestración definitiva como actor (sus recientes intentos de resurgimiento no han resultado). No obstante e independientemente de la triste historia en la que devino su vida, debemos reconocer el prematuro talento de Culkin, capaz de sostener todo el peso de una película gracias a su sorprendente comicidad y su verborrea de ‘niño grande’ (como apunte anecdótico, señalaremos que su hermano, Kieran Culkin, también intervenía en un breve papel como Fuller, el primo meón de Kevin). A la vertebración cómica de la película también contribuyó la descacharrante interpretación de Joe Pesci y Daniel Stern como los torpes y desgraciados malvados de la función, un risible dúo enzarzado permanentemente en disputas que nunca llevaban a nada que se autocatalogan como los bandidos mojados. 
 Solo en casa nos regala un puñado de escenas inolvidables que, a pesar de la simpleza de su sentido del humor, son enormemente efectivas desde una perspectiva cómica. Aunque sea duro reconocerlo, todos nos hemos reído con esa fantástica recreación fílmica doméstica que Kevin adaptaba a las exigencias del guión para asustar al pizzero de turno a los ladrones que lo acosaban y que acababa con la mítica frase de «quédate con el cambio sabandija asquerosa» (véalo aquí); o con esa colosal gymkana de trampas a cual más cruel estratégicamente colocadas a modo de barricada hogareña (qué momento cuando ambos cacos quedan colgados en la cuerda que los lleva a la casa del árbol o viendo cómo ardía en llamas las cabeza del fantástico Joe Pesci tras ser prendida por un soplete).Y cómo olvidar esa maravillosa banda sonora compuesta por John Williams (una más en su larga lista de éxitos inmortales) para la que confeccionó algún que otro villancico que ha pasado a la historia cinematográfica musical, como el Somewhere in my memory o el Carol of the bells. (Escuchenlo en los siguientes enlaces; bells, memory)
Sólo en casa es una película con la que todos hemos disfrutado por su genuina capacidad de provocar la carcajada sin descuidar un argumento elaborado y bien filmado por un maestro del género como Chris Columbus. Es una lástima que la secuela, aunque conservaba un espíritu deudor del original y se reforzaba con personajes geniales como ese curioso grinch amanerado interpretado por Tim Curry, perdiera parte de su comicidad en su tramo final debido en parte a que repetía la misma fórmula en un escenario diferente.
Con las fechas navideñas a la vuelta de la esquina, se va haciendo pertinente desempolvar nuestro reproductor de VHS y poner la cinta que tantos buenos ratos nos hizo pasar cuando éramos más jóvenes y menos exigentes. Y si no, esperaremos a que las cadenas de televisión hagan honor a su demostrada falta de originalidad en la programación de las fiestas y vuelva a proyectarla, una vez más, para el goce de su público. Mientras tanto, aquí os dejamos con su flamante entrada en nuestro icónico ciclo de Dulce Cine de Juventud.

Crítica Territorio Prohibido; La inmigración como excusa….

7/10
La nueva película de Wayne Kramer es sin duda un ejercicio de denuncia contra la administración norteamericana (y porqué no contra todos los gobiernos) y su manera de llevar un tema tan espinoso como es la inmigración ilegal. El director de cintas como The Cooler o la próxima Kyne & Lynch nos lleva hasta los rincones más oscuros de la maldad humana cuando se trata de defender un territorio que se cree propio por derecho heredado. 
Por una parte, gente que llega con documentación falsa y trata de hacer creer a las autoridades, con toda una red de mentiras, que su carnet es verdadero y que lo adquirió de manera totalmente legal. Este ejemplo se ve reflejado en dos personajes. Dos caracteres que se van a cruzar en este libreto de una manera humillante para uno y excesivamente favorable para el otro. El descubrimiento de la actriz Alice Eve, la cual muestra todas sus dotes interpretativas en la película, es uno de los puntos clave de la cinta de Kramer. El ansia por triunfar y ser alguien en la vida lleva a esta joven a intentar lograr la residencia en Estados Unidos sea cómo sea.
Si hablamos del segundo carácter que se cruza en la cinta, encontramos a Ray Liotta, en una resurrección más que aceptable, y el cual se hace cargo de un papel al que dota de una psicología muy determinada. No voy a desvelar absolutamente nada, puesto que lo que pretendo es que acudan a las salas para ver la película y disfrutarla. Pero tenga en cuenta que Liotta tendrá la clave de una de las historias que se nos van a narrar.
Si nos detenemos en la segunda historia importante, la de Harrison Ford, observamos que traza un personaje que trabaja para el Gobierno, que desmantela toda clase de talleres ilegales de trabajo pero que odia el cometido que tiene. Su trabajo no es nada agradable y ser agente de inmigración es todo un sufrimiento para él. La propia cara de Ford así lo indica (aunque muchos quieran escudarse en que lleva treinta años con la misma expresión facial) y verá cosas de las que nadie nunca querría ser testigo. Sólo al final descubriremos que sucede con él y con una de las «consecuencias» de su trabajo. Su implicación personal le hace sobrevivir, aunque con mucha dificultad.
Por otro lado, una joven de origen iraquí tendrá la oportunidad de expresarse en medio de su clase. Sin embargo, el tema que escoge para su intervención pública no es para nada delicado. Descubriremos como todavía hay gente que pretende excusar las barbaries más atroces cometidas por el hombre y son capaces de inculcárselas a niños que no tienen ni la mitad de conocimiento sobre el mundo de lo que se supone que tiene que tener un adulto. Esta joven sufrirá las iras del pueblo norteamericano, escenificadas en la película por toda su clase y su profesora. 
Por último, la historia más amable de todas, la protagonizada por Jim Sturgess en la que interpreta a un joven irlandés que entra en los Estados Unidos haciéndose pasar por judío. Su objetivo es entrar a trabajar en una escuela de enseñanza para niños de esta religión. 
Los engaños, las mentiras y un amplio catálogo de excusas para intentar entrar a formar parte de la potencia más supuestamente avanzada del mundo. Estados Unidos acoge cada día a miles de inmigrantes que llegan en busca de ese «American Beauty«, que tan mal le salió al gran Kevin Spacey.
Usted verá la película y me gustaría que se introdujese de lleno en la mente de cada personaje. Todos están fielmente conseguidos y resultan absolutamente creíbles, aún no siendo fruto de portentosas interpretaciones.
Ninguno desentona en una película que, no siendo una superproducción, cuenta con buenos actores y destacables trabajos. Lo que más asusta de la cinta es la reacción poco ortodoxa del público a las películas sobre historias cruzadas. No espere usted un lío mental del estilo Amores Perros o Crash, que aburrían de una manera sobrehumana. Aquí todos los personajes y sus relaciones entre ellos están muy bien delimitados, con lo que el espectador disfrutará de una buena película sobre un tema sobre el que no estamos demasiado acostumbrados, sobre todo viniendo del corazón cinematográfico de Estados Unidos, un tema tabú como es el de la legalización de todos los extranjeros que copan las capitales y pueblos de Norteamérica y de todo el mundo.
La película no es propaganda pura sino una serie de historias muy humanas y de un tremendismo muy natural. No hay artificios ni sobreactuaciones.
Sólo una triste realidad.

Cine Navideño; Un Padre en Apuros

Una película navideña no tiene porque ser necesariamente un tratado social ni una investigación profunda por parte de un director o guionista acerca de las complicadas relaciones que se establecen entre los seres humanos cuando comienza a olerse la Navidad.
Si mi compañero ha tenido el feliz acierto de comenzar este ciclo navideño con una de las más grandes muestras del cine actual en lo referente a las fiestas de Diciembre, Love Actually, yo quiero comenzar con una de las grandes muestras de la simpleza navideña. Los críticos de los supuestos «grandes» periódicos no han reparado en frases ignominiosas hacia la película que yo he escogido para recordar una época que, a mi gusto, podría pasar lo más rápidamente posible.
Un Padre en Apuros es una película simple, sin artificios, sin un guión complejo y con la divertida presencia de uno de mis actores favoritos: Arnold Schwarzenegger. He de reconocer que Governator es uno de esos actores por los que pago una entrada para ir al cine o por los que me quedo horas y horas sentado en el sofá viendo esa cantidad de películas de factura tan indeterminada como por ejemplo TerminatorEl Sexto Día, Depredador o Mentiras Arriesgadas. Arnold es capaz de lo mejor y de lo peor, aunque siempre sabe aderezarlo con algún gesto sacado de su pétreo rostro para divertir al más insulso. 
Arnold también es experto en gritos, como así se demostró hace algunas semanas en un vídeo que circula por Internet (que puedes ver en el siguiente enlace), aunque los más conocidos son los que prorrumpe en Poli de Guarderia y Un Padre en Apuros.
En esta ocasión, Arnold ejerce de padre irresponsable que (cómo no) se pierde todos los acontecimientos importantes de la infancia de su hijo, interpretado por Jake Lloyd (que tres años más tarde se convertiría en un niño mundialmente conocido por recrear los primeros años de vida de uno de los villanos más impactantes de la Historia del Cine: el Anakin Skywalker pre Darth Vader). Arnold pretende soliviantar la tristeza de su vástago obsequiándole con el regalo que él más quiera y desee por Navidad. Y ese no resulta ser otro más que un muñeco de acción llamado TurboMan.
Y emulando la vida real, Schwarzenegger comienza una carrera contrarreloj por conseguir un juguete que ya ha sido vendido incluso cuatro meses antes de la llegada de las propias fiestas. La desesperación se ceba con nuestro protagonista que inicia la peor jornada de su vida llegándose a enfrentar con un cartero (interpretado por el siempre cansino Sinbad) ansioso por conseguir el idolatrado juguete. 
No te voy a contar el final, pero vas muy bien encaminado si piensas lo que yo creo. Un Padre en Apuros es una película mala, con interpretaciones muy pobres. Pero es que no está hecha para ser un plato de buen gusto de los amantes del cine. Un Padre en Apuros es una cinta navideña con un espíritu de entretenimiento que ya quisieran muchas superproducciones. Una película para divertirse en familia, con una hora y media de duración que nadie lamentará nunca.
¿Quién no ha ido a buscar un regalo de última hora para alguno de sus familiares? A lo mejor no hemos vivido los mismos vaivenes que Schwarzenegger pero un grupo de ancianas ansiosas por cualquier regalo bueno, bonito y barato en plena tarde del día 24 de Diciembre es una de las cosas más peligrosas que puede existir. 
Un Padre en Apuros es el pequeño homenaje a nosotros, a todas esas personas que hemos pecado de pereza a la hora de ir a buscar algún regalo navideño y nos hemos encontrado con una falta de existencias que nos ha hecho temblar nuestra propia existencia (valga la redundancia) y temer llegar a casa con las manos congeladas y con el solo abrigo de los guantes de lana. 
Y lo peor de todo, sin bolsas de plástico con decenas de ilusiones en su interior.

Cine Navideño; Love Actually

 8/10

Ya huele a Navidad… El humo de las castañas hace palidecer las luces de la ciudad, los escaparates de las tiendas se tiñen de rojo, la publicidad hace de los regalos su mayor estandarte, los niños y jóvenes venden polvorones por doquier, el frío y la lluvia nos recluyen en el calor de nuestros hogares… y el árbol de navidad, los adornos, el deseo, en fin, de vivir una de las épocas del año más entrañables paara pequeños y mayores. La Navidad se siente cuando arranca Diciembre, y con él, el cine; ese que nos hace soñar con un paisaje nevado (aunque en el sur debamos conformarnos con el hielo), historias de amor, amistad, ilusión, reencuentros imposibles, ternura y paz, espíritu de ser mejores personas. De poco importa si son sentimientos impostados, o clichés acuñados en esta parte del mundo avanzado y consumista a más no poder, pues, a veces, todo ello resulta de alguna forma improbable y se contagia ese anhelo por congraciarse con el resto. Nuestro blog no podía ser menos y arranca un ciclo de cine navideño que repasará algunas de las películas más emblemáticas de esta época del año, aquellas que gusta ver en casa con un gran tazón de chocolate y una manta en la que cobijarnos.
Y qué mejor forma para comenzar una retrospectiva navideña que con una película que desde su estreno en 2003 se erigió como un clásico del género gracias a su desenfadada apuesta por componer una oda divertida, melodramática, tierna y deliberadamente edulcorada a la Navidad. Love Actually es todo un mosaico de historias enlazadas por un nexo tan poderoso como escurridizo, el amor, en sus diferentes manifestaciones, desde ese inocente abordaje juvenil que instala mariposas en el estomágo, hasta el romance sin fronteras idomáticas, pasando por las relaciones frustadas y devastadas por el paso del tiempo, amores imposibles o pasiones ministeriales. Todo ello narrado con gracia, sentido del ritmo, una banda sonora memorable, un elenco actoral de altura y un indiscutible espíritu navideño que inunda la trama de principio a fin.
Como responsable inmediato, debemos señalar a Richard Curtis, un guionista curtido en comedias británicas de gran tradición como Cuatro bodas y un funeral o Notting Hill que aquí da un salto cualitativo a su carrera como hombre de cine dirigiendo con tesón y desparpajo su ópera prima. Y es que además lo hace respaldado por uno de los cast más sugerentes de los últimos años compuesto por una amalgama de actores dispares y genuinos en sus respectivos ámbitos liderados por Hugh Grant, Liam Neeson, Colin Firth, Emma Thompson, Alan Rickman o Bill Nighy; la flor y nata, por decirlo de otra manera, de la mina interpretativa británica. Todos ellos al servicio de una historia coral que desgaja la evolución romántica de sus personajes a lo largo de una particular cuenta atrás hasta la señalada fiesta de Nochebuena.
Love Actually es una película encantadora; de esas que encandilan cuanto más se ven, que ensalzan el espíritu navideño con un tierno sentido del espectáculo, que refuerzan el ánimo del espectador con una necesaria dosis de ilusión y romanticismo. Y que además nos legan una inestimable colección de momentos difíciles de olvidar. Comencemos este particular catálogo de las cinco escenas más entrañables, divertidas o románticas del film.

1. Una declaración de amor a la portuguesa
 El bueno de Jamie ya había tenido que soportar ser engañado por su novia (además con su hermano) y decidió cortar por lo sano. Se marchó a una tranquila y solariega casa de campo marsellesa para escribir, sin apenas percatarse de que allí mismo hallaría el tan ansiado amor de su vida en una tímida portuguesa que ni siquiera hablaba su idioma. Lo cual no fue óbice para que ambos ejercitasen sus destrezas lingüísticas y volviesen a encontrarse el día de Navidad, con toda la población local como espectadores, en una apoteósica declaración de amor en el restaurante donde la chica trabajaba. Inolvidable escena. Véala aquí.
2. Los carteles del amor imposible
Debe ser sumamente difícil estar enamorado de la chica de tu mejor amigo, más si cabe cuando te impones una dura disciplina de indiferencia, «un rollo de supervivencia». Andrew Lincoln sufre lo indecible con esta situación, aunque se permite una desgarrada, original, sincera y edulcorada demostración de amor con tan sólo unos carteles escritos que resumen sus sentimientos, «para mí, eres perfecta». Hemos de suponer que su sufrimiento continuó, pero al menos se ganó el beso de la chica y la certeza de que había hecho todo lo que su enamorado corazón le permitía. 
3. La mejor función escolar de la historia
Para aquellos que piensen que los actos escolares son una completa pérdida de tiempo, vean el apasionante acto final de Love Actually, que incluye una pintoresca recreación del portal de Belén con langostas y pulpos incluidos, un número musical de genuino espíritu navideño con un batería perdidamente enamorado, o el apasionado beso del Primer Ministro británico con su ex-secretaria. Ante esto, sólo queda sonreir, hacer una reverencia y saludar. Imposible de no esbozar una amplia sonrisa con tantos acontecimientos improbables contenidos en la función de Navidad del colegio de la parte chunga de Londres. Recuérdelo aquí.
4. El baile de la victoria
Si alguien no se ha reído nunca con Hugh Grant (lo que demostraría una acusada falta de sentido del humor) que vea cómo mueve el esqueleto en un pisito de Downing Street tras dar un soberano varapalo al mismísimo presidente de los Estados Unidos (un malhablado Billi Bob Thornton) en una rueda de prensa. El hombre tenía motivos, y es que cuando el amor se cruza en la vida de cualquier persona, la política y la hipocresía palidecen en la misma medida que este crece. Disfruten de este baile de la victoria ya inmortal en la historia del cine.

 5. Billy Mack o cómo ser un cantante de éxito
Desde el arranque de la película con los compases pegadizos del Christmas is all around, Billy Mack (o Bill Nighy, como se prefiera) se erige como el vértice cómico por excelencia de la película, ya sea protagonizando un videoclip subido de tono, aconsejando a los niños que se conviertan en estrellas del pop para conseguir drogas gratis, restregando sus partes pudendas al presentador de un programa televisivo o hablando en la radio de sus escarceos amorosos con Britney Spears. Un gran tipo que no será fácil de olvidar. Una muestra aquí.