Archivos Mensuales: diciembre 2010
Películas para Dos Vidas; Eduardo Manostijeras
Ese caracter híbrido entre realidad y ficción onírica es el que le concede a Eduardo Manostijeras la categoría de clásico indiscutible del cine moderno como particular hallazgo creativo repleto de luces y sombras. Su director, Tim Burton, volcó aquí parte de su oscuro mundo interior a través de la historia de un ser marginal a medio camino entre el feliz niño de madera que retrató Disney y el traumático proyecto inacabado en el que devino el Frankenstein de Mary Shelley, ambos con corazón humano pero con las limitaciones evidentes de su aspecto diferente y su naturaleza mestiza. Eduardo es una compleja criatura que encierra en sí misma un visceral temor a ser rechazado por aquellos a los que ansia parecerse, por ello se cobija en el tenebroso castillo de su creador, ya fallecido(la intervención de Vincent Price es memorable), como un parapeto frente al mundo, sin apenas percatarse de que la deformidad afilada de sus manos, esa que constituye su paradójica incapacidad de comunicación con el resto, no es razón suficiente para sentirse menos humano.
No es, pues, de extrañar, la catarsis desatada por la llegada de un ser peculiar que en lugar de manos cuenta con grandes y afiladas tijeras. La casa de Peg Boggs, la amable vendedora de Avon que adopta a Eduardo como invitado de excepción, se erige como inusitado centro de recepción de vecinas curiosas y de muestras de generosidad inauditas hasta ahora. El nuevo huésped será, durante semanas, el objetivo de las miradas y las habladurías del barrio, así como un elemento aglutinador de opiniones favorables alimentadas por la buena disposición del muchacho para agradar a sus vecinos, ya sea en apasionantes sesiones de peluquería o ejerciendo de jardinero-artista. Sin embargo, como siempre pasa tras las arrolladoras dinámicas del cambio y los hechos de vibrante actualidad, todo termina por revertir a su forma primigenia. La novedad pierde parte de su encanto y las deficiencias visibles o los estereotipos surgidos por la naturaleza diferente del personaje brotan de forma fulgurante, hasta que la homogeneidad vuelve a instalarse como única condición indispensable para ser aceptado. Eduardo es como un juguete perdido en el desván que ha perdido su sitio en la voraz civilización, capaz de corromper cualquier forma de inocencia.
![](https://elcinequevivimospeligrosamente.wordpress.com/wp-content/uploads/2010/12/01444-eduardo2.jpg?w=320&h=177)
Los actores también se premian y entre ellos
Y tras la fiebre de los Globos de Oro, les llega el turno a los profesionales del cine. Si hace algunas semanas conocíamos los premiados por los críticos de Nueva York y Los Ángeles así como los del National Board of Review, ahora les toca el turno a los propios actores. Aquellos que dotan de rostro y personalidad a los caracteres escritos por todos y cada uno de los fructíferos guionistas que pueblan Estados Unidos, algunos más que otros.
A los Globos de Oro les gusta la televisión
Como podemos observar, son escasas las sorpresas importantes para un nuevo año de buena ficción televisiva en el que vuelve a destacar el musical juvenil Glee, las desventuras de los Mad Men, Dexter o el fenómeno cómico desatado por Modern Family. No obstante, se agradece la concurrencia de propuestas originales como el magno proyecto de Martin Scorsese Boardwalk Empire, la apabullantemente exitosa The Walking Dead o la comedia negra de Showtime The Big C; todos ellos elementos que tienden a complementar lo que ya es de por sí una industria que poco le tiene que envidiar al mítico Hollywood. Todas las incognitas se resolverán el próximo 15 de Enero.
Vea la rueda de prensa completa aquí. El listado de nominado en el siguiente enlace.
Gritos y Susurros en los Globos de Oro
Crítica The Walking Dead: Zombies en la pequeña pantalla
Los zombies vuelven a nuestras pantallas… aunque en esta ocasión a las de nuestros hogares. Los muertos vivientes son una de esas criaturas, como los vampiros o los hombres lobo, que nunca pasan de moda. Ha transcurrido ya más de medio siglo desde que George A. Romero y su La noche de los muertos vivientes diese inicio a un género cinematográfico tan aterrador como verdaderamente adrenalítico, y aún hoy los zombies continúan cosechando éxitos y seguidores por todo el mundo. Se han realizado diferentes vueltas de tuerca, desde la parodia descacharrante (Zombies Party) hasta el terror puro (28 días después) pasando por desvaríos gore con litros de sangre por segundo en cada escena (Amanecer de los muertos); sin embargo, el flujo de propuestas que cuentan como protagonistas con estos seres diabólicos y a la vez humanos no cesa en virtud del beneplácito alcanzado entre el público.
Y ahora, al fín, llegan a la televisión. Los zombies dejan la oscuridad de las grandes salas de cine para internarse en el íntimo espacio del hogar, donde luchan con todo tipo de criaturas y personajes excepcionales por una cuota de pantalla que les permita seguir aterrorizando al personal. Lo cierto es que el proyecto no podía ser mejor: The walking dead, inspirada en el cómic de Robert Kirkman, es una serie de la AMC inicialmente concebida para ser desarrollada en seis capítulos dirigidos, cada uno de ellos, por directores relevantes en el panorama televisivo o cinematográfico (de hecho, el episodio piloto, exhibido el día de Halloween en Estados Unidos, fue dirigido por el laureado realizador Frank Darabont), pero que sin embargo, a tenor del éxito cosechado desde el día de su estreno (coincidendo con Halloween y marcando un hito histórico para la cadena), ya ha sido confirmada para una segunda temporada que llegará en Otoño de 2011.
La premisa es bien sencilla. Un policía que fue herido en un tiroteo mientras se encontraba de servicio, se despierta en una habitación de hospital en la que reina el silencio y el abandono. Fuera, todo ofrece un aspecto desolador, los muertos jalonan los pasillos, el desorden reina en cada rincón. El sorprendido protagonista (interpretado por Andrew Lincoln, recordado por ser el enamoradizo pretendiente de Keira Knightley en Love Actually) comprueba a cada paso la pesadilla en la que ha devenido la realidad; deambula por una ciudad desierta en la que únicamente encuentra seres de aspecto cadavérico arrastrándose por el suelo, hasta que finalmente comprende que se encuentra sólo en un mundo destruido. Sin embargo, no todos los humanos han desaparecido y se topará con algunos que le ayudarán a encontrar a su familia. Cualquier obra fílmica que nos sitúe en un mundo dominado por los zombies promete unos alicientes similares; tensión, claustrofóbia, drama e incluso ciertas dosis de humor espontáneo y sarcástico. The Walking Dead no deja de ser menos y da lo que promete; sangre y terror a partes iguales. La acción se desarrolla con cierta fluidez y guardando una perceptible fidelidad con su homólogo de tebeo, desbrozando las complejas situaciones con las que los desgraciados protagonistas topan a cada paso, acosados por una turba de no muertos hambrientos.
La serie congela el aliento, te mantiene en un estado constante de tensión, el corazón en un puño ante la incertidumbre de lo que ocurrirá en la siguiente escena.
De hecho, en The Walking Dead no se elude la tragedia personal, la colisión de sentimientos primarios propios de un superviviente en un mundo devastado o las relaciones tumultuosas entre diferentes personajes al límite de su lucidez racional.Así, hallamos momentos francamente espeluznantes (un ataque inesperado en la noche), desgarradores (cómo olvidar ese lamento solitario desde la azotea), espectaculares (la entrada triunfal a caballo en Seattle y ese plano cenital sobre el tanque) de una genialidad pasmosa (cuando se hacen pasar por no muertos), o decididamente sanguinolientos (aquí os dejamos una colección muy divertida de muertes de zombies), que complementan lo que podría haber sido un mero espectáculo televisivo gore.
No obstante, se ha de señalar ciertos altibajos de ritmo e interés en los sucesivos capítulos, algo que difícilmente puede ser concebido en una serie con tan sólo seis episodios y, por ende, escaso tiempo para desarrollar tramas paralelas a la verdadera acción.Y es que en ocasiones, la instrospección de algunos personajes (secundarios incluso) provoca cierta desesperación en el público, el cual ansía por encima de todo el frenetismo propio del género. Quizás por ello, Darabont (en funciones de productor) haya despedido a todo el plantel de guionistas de esta primera temporada, a los que buscará sustitutos para la siguiente.
De cualquier modo, The Walking Dead ha supuesto una brisa de aire fresco a un panorama televisivo que, si bien de una calidad superior, se encuentra dividido entre propuestas dramáticas y cómicas. Con la incursión de los zombies en la pequeña pantalla, se allana el camino a una enorme variedad de géneros que aún no han sido explotados pero que pueden verse beneficiados por los exitosos formatos televisivos.
Este es, sin duda alguna, un ejemplo excepcional de cómo confeccionar un producto de entretenimiento para el gran público con unas dosis de calidad evidente, manifestadas en una cuidada puesta en escena, una recreación fascinante de la fantasmal ciudad de Seattle, un retrato certero aunque apresurado de sus protagonistas o la minuciosa construcción digital (y artesanal) de los zombies, quizás, los más creíbles y atractivos de la historia.
Esperaremos, impacientemente, a que la televisión vuelva a teñirse de rojo y el irracional pavor de ese mundo post apocalíptico y brutal domine nuestras alucinadas miradas de espectador. Todo ello, el año próximo.
Dulce Cine de Juventud… ¡en Navidad!: Solo en Casa
Sólo en casa puede identificarse como el punto de inflexión cinematográfico que marcó el final del género de aventuras Amblin de los 80’s (del que hemos dado buena cuenta en este ciclo) y dio inicio a una tendencia que buscaba un público objetivo más familiar y, consecuentemente, más amplio, de la que se erigiría como gran abanderado el propio Chris Columbus. Si en años pretéritos este había escrito el guión de clásicos del cine juvenil como Gremlims, El secreto de la Pirámide o Los Goonies, ahora le llegaba el turno para ejercer como director con esta apuesta segura escrita por el prestigioso John Hughes a la que seguiría su secuela, La Señora Doubtfire, Nueve Meses o las dos primeras entregas de la saga Harry Potter (es una lástima que su carrera se haya ido al traste en los últimos años). Lo cierto es que la ternura, la comicidad evidente aunque no por ello menos eficaz de las rocambolescas situaciones que retrata, el ritmo fluido y ameno de la trama, o la acertada caracterización de los personajes que Columbus imprime a sus cintas, hacen de su cine un producto redondo para un consumo masivo a la vez que satisfactorio. No en vano, la película en cuestión logró unas cifras de recaudación estratosféricas, además de adquirir una popularidad que aún hoy continua detentando de forma evidente, pues, ¿quién se atreve a replicar que no ha visto Solo en Casa alguna vez en su vida?
Solo en Casa no puede entenderse sin el carisma de un niño prodigio como Macaulay Culkin, quien daba inicio aquí a una fulgurante carrera cinematográfica que lo llevarían a cosechar éxitos como Mi Chica, El buen hijo o Niño Rico, y que desembocaría poco después en una espiral de drogas, sexo y descontrol hasta su defenestración definitiva como actor (sus recientes intentos de resurgimiento no han resultado). No obstante e independientemente de la triste historia en la que devino su vida, debemos reconocer el prematuro talento de Culkin, capaz de sostener todo el peso de una película gracias a su sorprendente comicidad y su verborrea de ‘niño grande’ (como apunte anecdótico, señalaremos que su hermano, Kieran Culkin, también intervenía en un breve papel como Fuller, el primo meón de Kevin). A la vertebración cómica de la película también contribuyó la descacharrante interpretación de Joe Pesci y Daniel Stern como los torpes y desgraciados malvados de la función, un risible dúo enzarzado permanentemente en disputas que nunca llevaban a nada que se autocatalogan como los bandidos mojados.
Con las fechas navideñas a la vuelta de la esquina, se va haciendo pertinente desempolvar nuestro reproductor de VHS y poner la cinta que tantos buenos ratos nos hizo pasar cuando éramos más jóvenes y menos exigentes. Y si no, esperaremos a que las cadenas de televisión hagan honor a su demostrada falta de originalidad en la programación de las fiestas y vuelva a proyectarla, una vez más, para el goce de su público. Mientras tanto, aquí os dejamos con su flamante entrada en nuestro icónico ciclo de Dulce Cine de Juventud.
Crítica Territorio Prohibido; La inmigración como excusa….
Ninguno desentona en una película que, no siendo una superproducción, cuenta con buenos actores y destacables trabajos. Lo que más asusta de la cinta es la reacción poco ortodoxa del público a las películas sobre historias cruzadas. No espere usted un lío mental del estilo Amores Perros o Crash, que aburrían de una manera sobrehumana. Aquí todos los personajes y sus relaciones entre ellos están muy bien delimitados, con lo que el espectador disfrutará de una buena película sobre un tema sobre el que no estamos demasiado acostumbrados, sobre todo viniendo del corazón cinematográfico de Estados Unidos, un tema tabú como es el de la legalización de todos los extranjeros que copan las capitales y pueblos de Norteamérica y de todo el mundo.
La película no es propaganda pura sino una serie de historias muy humanas y de un tremendismo muy natural. No hay artificios ni sobreactuaciones.
Cine Navideño; Un Padre en Apuros
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Cine Navideño; Love Actually
Ya huele a Navidad… El humo de las castañas hace palidecer las luces de la ciudad, los escaparates de las tiendas se tiñen de rojo, la publicidad hace de los regalos su mayor estandarte, los niños y jóvenes venden polvorones por doquier, el frío y la lluvia nos recluyen en el calor de nuestros hogares… y el árbol de navidad, los adornos, el deseo, en fin, de vivir una de las épocas del año más entrañables paara pequeños y mayores. La Navidad se siente cuando arranca Diciembre, y con él, el cine; ese que nos hace soñar con un paisaje nevado (aunque en el sur debamos conformarnos con el hielo), historias de amor, amistad, ilusión, reencuentros imposibles, ternura y paz, espíritu de ser mejores personas. De poco importa si son sentimientos impostados, o clichés acuñados en esta parte del mundo avanzado y consumista a más no poder, pues, a veces, todo ello resulta de alguna forma improbable y se contagia ese anhelo por congraciarse con el resto. Nuestro blog no podía ser menos y arranca un ciclo de cine navideño que repasará algunas de las películas más emblemáticas de esta época del año, aquellas que gusta ver en casa con un gran tazón de chocolate y una manta en la que cobijarnos.
Y qué mejor forma para comenzar una retrospectiva navideña que con una película que desde su estreno en 2003 se erigió como un clásico del género gracias a su desenfadada apuesta por componer una oda divertida, melodramática, tierna y deliberadamente edulcorada a la Navidad. Love Actually es todo un mosaico de historias enlazadas por un nexo tan poderoso como escurridizo, el amor, en sus diferentes manifestaciones, desde ese inocente abordaje juvenil que instala mariposas en el estomágo, hasta el romance sin fronteras idomáticas, pasando por las relaciones frustadas y devastadas por el paso del tiempo, amores imposibles o pasiones ministeriales. Todo ello narrado con gracia, sentido del ritmo, una banda sonora memorable, un elenco actoral de altura y un indiscutible espíritu navideño que inunda la trama de principio a fin.
Como responsable inmediato, debemos señalar a Richard Curtis, un guionista curtido en comedias británicas de gran tradición como Cuatro bodas y un funeral o Notting Hill que aquí da un salto cualitativo a su carrera como hombre de cine dirigiendo con tesón y desparpajo su ópera prima. Y es que además lo hace respaldado por uno de los cast más sugerentes de los últimos años compuesto por una amalgama de actores dispares y genuinos en sus respectivos ámbitos liderados por Hugh Grant, Liam Neeson, Colin Firth, Emma Thompson, Alan Rickman o Bill Nighy; la flor y nata, por decirlo de otra manera, de la mina interpretativa británica. Todos ellos al servicio de una historia coral que desgaja la evolución romántica de sus personajes a lo largo de una particular cuenta atrás hasta la señalada fiesta de Nochebuena.
Love Actually es una película encantadora; de esas que encandilan cuanto más se ven, que ensalzan el espíritu navideño con un tierno sentido del espectáculo, que refuerzan el ánimo del espectador con una necesaria dosis de ilusión y romanticismo. Y que además nos legan una inestimable colección de momentos difíciles de olvidar. Comencemos este particular catálogo de las cinco escenas más entrañables, divertidas o románticas del film.
5. Billy Mack o cómo ser un cantante de éxito
Desde el arranque de la película con los compases pegadizos del Christmas is all around, Billy Mack (o Bill Nighy, como se prefiera) se erige como el vértice cómico por excelencia de la película, ya sea protagonizando un videoclip subido de tono, aconsejando a los niños que se conviertan en estrellas del pop para conseguir drogas gratis, restregando sus partes pudendas al presentador de un programa televisivo o hablando en la radio de sus escarceos amorosos con Britney Spears. Un gran tipo que no será fácil de olvidar. Una muestra aquí.