Crítica Megamind; Los villanos ya no son lo que eran…

 6/10

Los villanos están de moda. Esa parece ser la noción básica que extraemos de las últimas apuestas del cine de animación hollywoodiense. Si hace algunos meses la nueva división de Universal para estos suculentos menesteres infantiles sorprendiera y encandilara a partes iguales con su Gru, mi villano favorito (aún cosechando beneficios en taquilla), ahora contraataca la factoría Dreamworks con una nueva revisitación al mundo de los superhéroes aunque con un énfasis especial en la figura del malvado de la película, en esta ocasión un alienígena con un gigantesco cerebro azul que  muchos compararán con los fantásticos marcianos de Burton en Mars Attack!. Es una lástima que la precipitación de los productores al programar el film en las mismas fechas que otros estrenos de enjundia como Harry Potter o Las Crónicas de Narnia, pueda restar espectadores potenciales a esta curiosa y divertida Megamind, a pesar de que sus resultados en Estados Unidos han sido notables.
Megamind narra la historia de dos extraterrestres enviados a la Tierra cuando aún son bebés y que configurarán sus personalidades a raíz del entorno en el que, por casualidad, se crían; mientras Metro Man lo hace en una mansión millonaria colmado de atenciones donde desarrollar sus alucinantes superpoderes, Megamind deberá conformarse con su vida en una prisión en la que se contagiará del mal latente de su alrededor. Así, cuando sendos extraños seres sean adultos, la rivalidad entre ambos se escenificará en la  tradicional lucha entre el Bien y el Mal, que significará el hipotético final del primero y sumergirá al segundo en una soledad desquiciante y carente de motivaciones. Megamind, asi pues, deberá buscar el antagonismo de un nuevo superhéroe, aunque sea él mismo quien lo cree.
La película arranca con una ingeniosa estructura elíptica, con el personaje central cayendo al vacío y reflexionando acerca de su naturaleza de villano, momento que volverá a repetirse hacia el final de la cinta cerrando el círculo iniciado al comienzo. A partir de ahí, la acción se desboca con un ritmo demasiado agitado, convulso y caótico, que deja sin respiración al espectador (más aún al que pagó por verla en 3D) hasta que da por finalizado el primer acto y la película adquiere otro rumbo, más interesante y sugerente. Este es, sin duda, la unión inseparable entre villano-héroe de la que ya reflexionó Shyamalan en El Protegido y que aquí sirve como punto de partida para el maquiavélico plan de Megamind. Pero, como siempre, el amor es un escollo que salvar (o disfrutar) en toda historia, y la del alienígena azul no iba a ser menos. La comprometida reportera televisiva conquistará a Megamind y le hará replantearse su comportamiento, más si cabe cuando su creación, el nuevo superhéroe de Metrocity, se desvíe de su camino de bondad y lealtad y comience a aterrorizar a la ciudad.
Es imposible no comparar esta nueva apuesta de Dreamworks con Los Increíbles de Píxar o la última apuesta de animación Gru, mi villano favorito. No obstante, Megamind, sin llegar al calado moral de la primera o a la ternura de la segunda, cobra fuerza por una vía intermedia que no es más que el espectáculo bien confeccionado, un entretenimiento digerible para adultos (son numeros los guiños a estos, como ese Marlon Brando interespacial) y una diversión llena de color, ruido y acción para los más pequeños; todo ello apoyado por el carisma evidente de su protagonista (es una lástima que perdamos aquí la voz de Will Ferrel), quien vertebra toda la trama hasta un final trepidante, ameno y ocurrente que pondrá a todos en su sitio.
Así pues, Dreamworks acierta en su particular apuesta por la temporada navideña con cine de animación fresco y entretenido acompañado, por si fuera poco, por una demoledora banda sonora rockera que incluye temas de AC/DC o Guns and Roses; y un depurado sentido del espectáculo visual, algo apuballante aunque no por ello menos sugerente, que inclduye a sencundarios de lujo como ese pececillo fortachón o el implacable MetroMan. En definitiva, película recomendable para los más pequeños y los adultos que tienen que acompañarlos en estas entrañables fechas que se acercan. Megamind cumple y eso se agradece. Aunque los villanos ya no son lo que eran…

Series de Televisión de Siempre (III)

Y con diciembre llegamos al último escalón de nuestro repaso por las series de televisión que han marcado nuestra vida. Si en octubre vimos aquellos telefilmes de nuestros mayores, en noviembre repasamos las series de nuestra infancia, aquellas que eran de carne y hueso. Ahora, en el último mes del año, es tiempo de recordar aquellos programas con los que disfrutábamos de verdad. Faltan muchos pero mi intención es de rememorar los clásicos para que todos recordemos nuestra más tierna infancia. Ahora, todos los que vimos aquellas series, somos unos apasionados de Dexter, Los Soprano, Cómo Conocí a Vuestra Madre y todas esas experiencias televisivas únicas que vivimos hoy en día y que nos tienen tan atrapados con cada capítulo que se va sucediendo.
1. La Vuelta al Mundo en 80 Días (1983): Basada en la novela homónima del gran dramaturgo francés Julio Verne, se adaptó para la televisión española una serie magnífica de dibujos animados en la que asistiamos a los viajes que Willy Fog realizaba a través del mundo por una apuesta en su club de jugadores en la cual debía dar la vuelta al mundo en 80 días. La secuencia de créditos iniciales estaba cantada por el grupo español El Consorcio.
2. La Banda de Mozart (1995): Cuatro niños con los nombres de cuatro de los más grandes músicos de la Historia son los protagonistas de esta serie en la que estos infantes quieren formar una banda mientras les ocurren cosas en su vida diaria exactamente igual a las que les ocurrieron cuando eran jóvenes a estos maestros de la música clásica. Una entrañable serie que yo recuerdo con el máximo de los cariños. Recuerde la secuencia de apertura en el siguiente enlace.
3. Don Quijote de la Mancha (1978): La más antigua de las series a las que vamos a retrotraernos. La serie con la que aprobé un examen de 1º de Bachillerato. Sí. No me leí el Quijote y decidí ver esta gran adaptación de la novela de Miguel de Cervantes con las voces de Fernando Fernán-Gómez y Antonio Ferrandis. Rememore la secuencia inicial en este link.
4. Los Fruitis (1991): Una de las más entrañables series que jamás tendremos la ocasión de haber contemplado. Somos la generación afortunada en cuanto a televisión se refiere. Nuestros hijos, si somos buenos padres, contemplarán de nuevo esta serie gracias a la magia de Internet. Recuerdo mediodías sentados delante del televisor viendo como Gazpacho o Berenjena hacían de las suyas. Hay incluso gente que todavía conservan colchas o sábanas de Los Fruitis, homenajeando a su propia infancia. Recuerde la secuencia de apertura de esta mítica serie.
5. En Busca de Carmen Sandiego (1994): Los norteamericanos crearon a mediados de la década de los 90 una serie que, a mi gusto, es una de las que merece el calificativo «mítica». La búsqueda por parte de dos jóvenes de una señorita vestida de rojo que siempre afanaba los objetos más inusuales alrededor del mundo. La apertura de la serie es una de las más recordadas en lugares como Madrid o Andalucía, donde emisoras como Telemadrid o Canal 2 Andalucía se encargaron de ofrecerla. A otros lugares del país, ni siquiera llegó. Para recordarla, pulse en el siguiente enlace.
6. D´artacan (1981): Alejandro Dumas fue versionado en esta serie que mucha gente recuerda en su infancia pero que a mí nunca me llegó a atrapar tanto como otros casos anteriormente explicados. Sin embargo, la intención era buena y el mensaje de amistad y de buenos valores que se transmitía nada más comenzar la trama, era síntoma de ser una buena forma de educar a los niños. Recuerde la secuencia de títulos en este link.
7. El Inspector Gadget (1983): Los franceses y los italianos se pusieron de acuerdo para, con dinero norteamericano, crear una grandiosa serie sobre un detective que poseía toda una serie de artilugios para cazar a los malos. Tarde tras tarde delante de la televisión en la única época de mi vida en la que confieso haber monopolizado La 2. Recuerde la serie en el siguiente enlace
8. Oliver y Benji (1983): Desde Japón nos llegó una serie que tuvo 128 episodios para contarnos la vida de dos futbolistas jóvenes que soñaban con ganar el Campeonato de Fútbol. Una serie a la que recordaremos por haber hecho jugar a Oliver Aton en el F.C. Barcelona (escondido en el metraje bajo el nombre de `Catalonia´), por tenernos en ascuas episodio tras episodio esperando a ver en qué momento llegaba el balón a la otra porteria en un campo notablemente redondeado o esas paradas inexplicables que Benji realizaba sin que se le moviera un ápice su famosa gorra roja. Recuerde la mítica sintonía de apertura en el siguiente link.
9. Los Cazafantasmas (1986): 140 episodios duró esta serie que adaptaba de manera aún más alocada si cabe la película homónima de Ivan Reitman. Los personajes eran básicamente los mismos. Yo sigo prefiriendo la versión de carne y hueso pero la serie tampoco estaba tan mal. Esta es la secuencia de apertura.
10. Las Tortugas Ninja (1987): Les gustaba la pizza y cazar a los malos. Además, tenían el nombre de pintores italianos bastante conocidos: Leonardo, Donatello, Rafael y Michelangelo. El famoso «cowabunga» era la seña de identidad de uno de ellos. Pasable serie con un argumento muy absurdo pero con un gran éxito. Esta es su secuencia de inicio.
11. La Pajarería de Transilvania (1994): Un doctor es despedido de unos almacenes y decide que se ganará la vida vendiendo mascotas muy raras en su castillo situado en Transilvania. Una historia excesivamente surrealista pero muy entretenida para las tardes de aburrimiento. Aquí puede recordar su apertura.
12. Sherlock Holmes (1984): Una coproducción entre Italia y Japón sirvió para adaptar las novelas de Arthur Conan Doyle. En lugar de ser un humano, los creadores decidieron que fuese un zorro en virtud de las cualidades que definen a este animal. Tampoco merece más atención una serie que tampoco fue realmente excelente. Puede recordar su apertura en español, en este enlace.
Como ya he dicho anteriormente, no están todas. Ahora os toca a vosotros comentar y recordar también cual ha sido la serie favorita de vuestra infancia. Se abre la veda…

El cine europeo se rinde ante Roman Polanski

El director polaco triunfa con su última película, un verdadero ejercicio de suspense e intriga y con los mejores toques del cine clásico de Alfred Hitchcock. Siete nominaciones y seis premios proclaman a El Escritor como la mejor película europea del año.
Un triunfo arrollador. Así es como calificamos el resultado de la pasada entrega de premios de la European Film Academy. El Escritor resultaba vencedora alrededor de las 21:15, cuando se anunciaba cual de las seis películas a concurso iba a ser la mejor película europea del año.
La ceremonia tuvo lugar en Tallín (Estonia) y dejó algunos momentos para la Historia. En primer lugar, la indignación de los aficionados al cine español ya que el recientemente fallecido Luis García Berlanga ni siquiera ha sido nombrado en el transcurso de la ceremonia mientras que el francés Claude Chabrol ha sido ampliamente homenajeado. Por otro lado, el director premiado Roman Polanski ha tenido que agradecer el galardón al Mejor Director a través de la plataforma de videoconferencias Skype, por hallarse todavía con problemas judiciales que le impiden salir de Suiza. También hemos vivido un momento emotivo cuando Win Wenders subía al escenario a entregar el galardón honorífico al gran actor alemán Bruno Ganz, el cual, presa de los nervios, no ha podido articular correctamente gran parte de su discurso.
Por lo demás, pocas sorpresas. Parecía una quimera que cualquiera de las películas que el Festival de Cine Europeo de Sevilla anunció el pasado 6 de noviembre pudiera hacerle frente a la gran producción del año: El Escritor. La cinta de Polanski consigue los galardones a la Mejor Película, Director, Actor, Guión, Banda Sonora y Diseño de Producción. El aspecto que más sorprende ha sido la victoria, merecida por supuesto, de Ewan McGregor sobre el Malamadre de Luis Tosar. Pero su misterioso papel en El Escritor ha puesto al actor escocés de nuevo en la cresta de la ola. McGregor ha sido uno de los grandes ausentes en la gala al encontrarse en Tailandia rodando la nueva película de J. A. Bayona (El Orfanato).
En cuanto a los premios que la cinta de Polanski ha dejado vacíos, destacar el premio a Sylvie Testud por su rol principal en Lourdes, ganadora el pasado año del Giraldillo de Oro en el Festival de Sevilla. Por su parte, la Mejor Fotografía ha ido a parar a las manos de Lebanon, otra de las grandes favoritas en esta entrega de premios de la EFA. La categoría de Montaje ha sido la espina que se le ha quedado clavada a El Escritor. El premio se lo llevaba Luc Barnier por Carlos, la cinta sobre el famoso terrorista Chacal.

Crítica 3 Metros sobre el Cielo; ¡Le-gen (pausa) daria!… de mala, claro

1/10!
Pocos argumentos se me ocurren para calibrar sutilmente y sin deslizarme por los terrenos farragosos de la indignación (y consecuentemente, a la descalificación más furibunda) lo que supone una desgraciada muestra más del cine español para adolescentes que causa sensación en taquilla y espanto en el resto del público. Si ya el año pasado tuvimos un adelanto con ese engendro sin parangón titulado Mentiras y Gordas, curiosamente guionizado por nuestra flamante Ministra de (in)Cultura, Ángeles González Sinde; ahora nos llega Tres metros sobre el cielo, otro burdo intento de cosechar la plusvalía anual de un cine patrio que agoniza entre el marasmo de estrenos norteamericanos y la desidia de sus propios productores.
La fórmula es bien sencilla; se seleccionan algunos de los rostros más conocidos del panorama televisivo juvenil, toda una cantera de actores perecederos con escaso valor artístico; los cuales son exhibidos cuan fauna de circo para provocar los suspiros de deseo de legiones de jovencitas con las hormonas desatadas; se elabora un guión estándar que no elude los tradicionales clichés del género romántico aunque actualizados con las últimas tendencias en lo que, supuestamente, interesa a los adolescentes; se contratan los servicios de un equipo técnico, con director a la cabeza, con escasos escrúpulos ante su prostitución como artistas devenidos en proletarios; y se agita con fruición, con ritmo de videoclip, efectos sonoros de discoteca y almizcle para edulcorar una trama tan previsible como decididamente infantil.
Cabría reflexionar acerca de la idoneidad de un cine que, producto de su caracter masivo, influye de forma decisiva en el desarrollo de las conductas de los más jóvenes y puede desembocar en patrones de comportamiento inadmisibles dentro de una sociedad avanzada. Por ello, en esta crítica no llevaré a cabo una análisis estrictamente cinematográfico de la película en cuestión, pues de cualquier modo su convencionalismo y falta de pretensiones artísticas tampoco nos conduciría a lugar alguno; sino que ahondaremos en los dilemas subterráneos que plantea y las dinámicas censurables ofrecidas en envoltorio de color de rosa a su público objetivo.
El crítico de El País y Fotogramas, Jordi Costa, ya alertó hace algunas días en su crítica de Tres metros sobre el cielo del faccismo subyacente que la historia ideada por el prolífico escritor italiano Federico Moccia deja entrever ante una atenta observación. Moccia ha sabido construir todo un universo literario para adolescentes, preferentemente femenino, que entronca con las más retrógrados patrones de conducta heredados de tiempos pasados y que coloca a la mujer como un mero objeto de deseo pasivo ante la posición imperante del macho.
La película que hoy comentamos (sin entrar en el espinoso debate de su correspondencia con el original literario) retrata de forma implacable esta idea a través de un personaje masculino detestable, violento, misógino, incorregible, una suerte de bestia indomable que, no obstante, seduce a la chica buena y responsable con más músculo que corazón. Y es que al principio, cuando la atracción física ciega el entendimiento, todo parece ser una buena excusa para reformar a una persona que aparentemente lo ha pasado mal (aquí ni siquiera es creible la justificación a la desatada conducta del chico), se conserva esa esperanza irracional y se toleran situaciones difícilmente admisibles por una mujer independiente. Los problemas surgen cuando la pasión remite, los problemas llegan, y la dulce y comprensiva chica comienza a recibir las palizas que la llevarán a un infierno personal. La violencia de género es un asunto extremadamente grave para el que no se hallarán soluciones con vacuos actos políticos de repulsa; el camino a su erradicación se inicia en la educación responsable y la denuncia de comportamientos machistas, curiosamente como los que se legitiman en esta abominable muestra cinematográfica fascistoide, maniquea y asombrosamente absurda.
Como una ridícula revisitación del mito Grease, aunque con menos brillantina y cursilería y más cuero y violencia gratuita, Tres metros sobre el cielo nos traslada a los lugares comunes de la «juventud de hoy en día», es decir, las carreras de motos ilegales y las fiestas salvajes. Como vértice de este paradigma simplista y disparatado que pretende ilustrar a los jóvenes, emerge la figura del macho alfa de la manada, hipermusculado, con una curiosa alergia al algodón de su camiseta (ya que aparece poco con ella) y el rostro del anhelado ex-protagonista de la serie Los hombres de Paco, Mario Casas. Una elección acertada a tenor los suspiros nerviosos y la hiperventilación risible de la nutrida afluencia de jóvenes en la sala de cine, ya fuese cuando exhibía su cuerpo desnudo o cuando golpeaba con saña a sus numerosas víctimas (aunque siempre con la misma cara de macho desquiciado). No se puede decir lo mismo de su reverso femenino, interpretado por Maria Valverde, una actriz que encandiló a muchos en su debut en La flaqueza del Bolchevique pero que se ha ido deslizando a terrenos progresivamente más cuestionables hasta desembocar en el fango más denso, como muestra su incapacidad para ser creíble en esta película.
Sorprende de Tres metros sobre el cielo su clamorosa ausencia de moral. En ningún momento se reprende, aunque de forma velada, la conducta delictiva de su protagonista o la violencia extrema mostrada sin paliativos. Esto es un cine que repugna, que conecta con los instintos más bajos del ser humano, que ofrece una visión tremendamente peligrosa a su público adolescente frágil e influencible. Es condenable la irresponsabilidad de unos productores (y creadores) que miran de soslayo a la pantalla distraídos por las cifras de la calculadora y el tintinear de las monedas. Es vomitivo el resultado, una película que se vanagloria de su absoluta falta de principios, que bucea en los resquicios de un pseudogénero establecido al calor de la previsión de beneficios, que no lleva a preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí, hasta este pozo sin fondo que es la dictadura de la ignorancia y la apocalíptica sentencia al buen gusto.
Finalmente, me he rendido a la indignación.