Premios Oscar 2011; El Discurso del Rey se alza como gran triunfadora

Terminó el año cinematográfico con la gala que se celebró anoche en el Kodak Theatre de Los Ángeles con una ceremonia que provocó el tedio en más de un asistente. Todo el mundo va recordando aquella mágica noche en la que, hace tres años, Hugh Jackman sorprendía a medio mundo con una presentación jamás vista y que dejaba el listón muy alto. James Franco y Anne Hathaway lo intentaron pero no pudieron superar el nivel ni llegar siquiera a ser recordados para próximas ceremonias.
Ha sido una gala en la que se ha premiado con justicia y mesura. Ninguna película ha sobresalido por encima de las demás. El Discurso del Rey tenía 12 nominaciones y Valor de Ley, 10. Sin embargo, ninguna de ellas ha sido la gran triunfadora. De hecho, la cinta de los hermanos Coen no se ha llevado absolutamente ninguno de los premios a los que optaba. 
Lo que sí ha habido es un empate de premios que, al que suscribe estas líneas, le ha parecido justo y necesario. El Discurso del Rey ha sido la gran película del año alzando los galardones a Mejor Película, Director (Tom Hooper), Actor (Colin Firth) y Guión Original. Cuatro premios que suenan a poco comparado con las nominaciones con las que aterrizaba pero que han hecho que esta fantástica producción británica haya sido la excelsa ganadora de la noche.

Por otro lado, y es algo que me hace especial ilusión, está una película que todos creíamos olvidada. De hecho, en las nominaciones, la Academia de Hollywood se olvidó incluso de su director. Hablamos de Origen, la espectacular cinta dirigida por Christopher Nolan que ha logrado alzar cuatro de los ocho premios a los que optaba. Son los correspondientes a Mejor Fotografía, Sonido, Efectos Sonoros y Efectos Visuales. Sin duda, la justicia ha aterrizado este año sobre el Kodak Theatre de Los Ángeles y ha repartido su aura sobre unos premios muy disputados.
La gran favorita de la noche, La Red Social, se fue deshinchando a medida que transcurría la noche. De sus ocho candidaturas sólo consiguió levantar a los galardonados al Mejor Guión Adaptado, Banda Sonora (el galardón inexplicable de la noche) y Montaje. 
El resto de premiados fueron bajando en número de galardones incluyendo la incursión de Alicia en el País de las Maravillas entre las películas que obtuvieron dos premios. En este caso, la cinta de Tim Burton consiguió los referentes a Mejor Dirección Artística y Vestuario. Por su parte, The Fighter se alzó con otros dos galardones en las categorías que eran favoritos. Hablamos del gran Christian Bale (Mejor Actor de Reparto) y Melissa Leo (Mejor Actriz de Reparto). Dos premios que le servían de consolación a una cinta que optaba a unos buenos siete galardones.

La cinta dirigida por Darren Aronofsky competía con cinco nominaciones aunque finalmente sólo consiguió aquel por el que suspiraba su protagonista y todos los que hemos visto la película. Una embarazada Natalie Portman subía a recoger el premio a Mejor Actriz, merecidísimo por otro lado, único que se llevaría Cisne Negro en esta ceremonia de entrega de los Oscar.
En el apartado de Mejor Película de Habla No Inglesa estábamos muy atentos a qué ocurría con, especialmente, tres metrajes. Por un lado, la mexicana-española Biutiful, con Javier Bardem a la cabeza el cual se quedó sin su premio al Mejor Actor. De otro costado, En Un Mundo Mejor, cinta que tuvimos la oportunidad de ver en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, dirigida por Susanne Bier y que finalmente se ha consagrado como una de las mejores películas continentales de este año 2010. En último lugar estaba Canino, una película de nacionalidad griega, quizá la única vez que me he salido de un cine. Si vencía, ya me podía ir retirando de todo lo que tuviera que ver con el cine. Finalmente, ha habido criterio y se ha premiado a una película con mayúsculas, de una directora muy destacada como es Susanne Bier que ya compitió en 2006 con Después de la Boda.
Por último, hemos de hacer mención a la película más querida del año 2010. Toy Story 3 llevaba cinco nominaciones y finalmente ha alzado dos, los correspondientes a Mejor Película de Animación y Mejor Canción. Es la tercera película en toda la Historia que se cuela entre las nominadas a Mejor Película. Ya lo hizo La Bella y la Bestia en 1992 y el pasado año lo realizó Up. Todavía ninguna ha conseguido lograr el gran premio. ¿Ocurrirá algún día? Se abre el debate.
Hasta aquí todo lo que ha dado de sí una gala aburrida y previsible, sin lugar a las sorpresas. Pero eso tampoco es nada malo. Al contrario. Es señal de que todos hemos sido unánimes a la hora de entregar unos galardones que nos marcarán durante todo el año hasta que volvamos a prepararlo todo para el año que viene. Hoy se da el pistoletazo de salida a los Oscars 2012. 
Pero como todo, poquito a poquito. Aprovechemos el momento y disfrutemos de lo que nos ha deparado este buen año de cine.

Las Diez películas nominadas al Oscar 2011

El gran momento es inminente. La ceremonia de los premios de la Academia de Cine estadounidense ya ultima preparativos ante la expectación de buena parte del mundo cinéfilo internacional, quien espera impacientemente al vencedor absoluto de la que es, sin duda, una de las ediciones más competitivas de los últimos años. La ampliación a diez nominadas dentro de la categoría de Mejor Película, ya puesta en marcha el año anterior, ha posibilitado la inclusión en la quinielas de diferentes propuestas que a priori contarían con escasas oportunidades en el circuito comercial, enriqueciendo de este modo la selección final con enfoques divergentes tan necesarios para una industria como el cine. 
Como no podría ser de otra forma, desde El Cine que Vivimos Peligrosamente no hemos faltado a nuestra cita de analizar, ponderar y calificar a todas estas películas seleccionadas como lo mejor del año y así se lo hemos transmitido a través de críticas tan personales como regidas por el pertinente rigor de unos buenos cinéfilos. A modo de recopilación y de cara a una mejor visualización de todas las cintas que competirán esta noche por la preciada estatuilla, adjuntamos a continuación todos los enlaces que conducen a las mencionadas críticas. 

Toy Story 3                        9/10        Origen                                 9/10
Cisne Negro                      8/10        El discurso del Rey             8/10
Valor de Ley                     7/10         Winter’s Bone                     7/10      La red social                7/10
Los Chicos están bien      6’5/10     The Fighter                          6/10
127 Horas                          4/10

Crítica Los Chicos están bien; La familia cambia, el amor perdura

6’5/10
La familia convencional está en crisis, y de qué manera. Si hace algunos años los hogares monoparentales compuestos por mujeres y hombres divorciados o incluso solteros constituían una realidad insólita para una sociedad en constante mutación, estas mismas dinámicas se han intensificado en los últimos años dando el salto a su fiel reflejo en la gran pantalla. En este contexto, no nos resulta extraño el panorama familiar que nos presenta Lisa Cholodenko en su Los Chicos están bien, formado por un matrimonio de lesbianas con dos hijos adolescentes que comienzan a hacerse preguntas sobre el hombre que, desinteresadamente, donó el esperma requerido para su propia concepción. 
Más allá de lo exótico de la situación, si verdaderamente aún podemos sorprendernos ante ella, es curioso, no obstante,  hacer notar la pervivencia de ciertos roles heredados del entorno familiar tradicional y trasladados ahora a tesituras diferentes que desmienten la absoluta modernidad  en el hogar de la sociedad contemporánea. Al fin y al cabo, en esta curiosa y divertida historia de líos domésticos, cada matriarca concentra en sí misma algunos de los roles consabidos de unos padres (madres en este caso) preocupados por sus hijos adolescentes; por un lado, el carácter estricto y perfeccionista de Nic, por otro, la naturaleza bohemia y permisiva de Jules; en una interacción continua que afectará a su propia relación como pareja.
Aunque aquí la auténtica caja de los truenos se identifique más bien con la irrupción en escena de Paul, el padre biológico de los chicos, un soltero empedernido de espíritu libre que colisionará frontalmente con la sobreprotectora Nic y congeniará (quizás demasiado) con la un tanto confusa Jules. El feliz matrimonio, asentado en una buena posición socioeconómica y gozando de las mieles de la madurez, sentirá como los cimientos de su vida se tambalean al tiempo que las insatisfacciones reprimidas salgan al exterior de forma inesperada. 
Lisa Cholodenko consigue alcanzar ese tono apacible, sosegado y a su vez estimulante  de las películas pequeñas con aroma independiente gracias en parte al trabajo exquisito de todo el plantel actoral, encabezado por una sublime Annette Bening que demuestra película tras película el vano empeño de muchas actrices por permanecer ancladas en una juventud ficticia. Bening aporta toda la frescura de una madurez sin complejos que exhibe para el deleite del espectador; las arrugas tienden a desaparecer en pos de los matices de una intérprete cada día más interesante que ha desarrollado un intuitivo gusto por las buenas historias. Su Globo de Oro y su cuarta candidatura al Oscar es sólo una merecida recompensa. 
En una senda similar (aunque más discutible) parece encaminarse Julianne Moore, quien se muestra en todo su esplendor dando vida a la otra madre de la película. Como contrapunto, un divertido Mark Ruffalo, un actor que ha pasado de caracterizarse por su perfil bajo, de eterno secundario, a constituirse como un actor a seguir con buenas películas en su haber. El caso de Mia Wasikovska es, sin embargo, muy diferente al erigirse como una de las grandes promesas de Hollywood tras su papel estelar en la Alicia de Tim Burton, algo que no ha impedido que continúe trabajando en proyectos más personales; la veremos en los nuevo de Gus Van Sant y de Rodrigo García. 
Los chicos están bien corrobora la buena salud del cine indie hollywoodiense tras el éxito apabullante en diferentes certámenes de Entre Copas (2004), Pequeña Mis Sunshine (2006) o Juno (2007), y se cuela en la terna de favoritos de los Oscar 2011 gracias a una historia divertida, bien interpretada y con momentos de gran comicidad (esa escena de sexo bajo las sábanas). Es una lástima que en ocasiones la trama se resienta y el ritmo decaiga hasta niveles peligrosos, defraudando en cierta forma las expectativas suscitadas por buena parte de la crítica internacional. 
De cualquier forma, la película de Cholodenko supone un contrapunto cómico necesario a la tradicional gravedad y dramatismo de las apuestas preferidas de la Academia. Los chicos están bien nos hace sonreir, nos transmite buenas vibraciones, y eso, al fin, es lo mínimo exigido a un buen melodrama que pone en solfa los cambios de una familia que no tiene por qué ser disfuncional. El amor, ante todo, es el mayor aglutinante posible entre las personas, más allá de clichés sociales y prejuicios sin fundamentos. 

Crítica The Fighter; Dobles Sensaciones

6/10
Tras ver detenidamente The Fighter y comprobar que realmente la película finalizó por completo, me quedó la sensación de haber visto una buena película, de excelente talla y fantástica factura pero sin un trasfondo verdaderamente claro. Impresionado me hallo, por el contrario, ante las dos interpretaciones de dos grandes actores, Mark Walhberg y Christian Bale que, posiblemente, realizan los mejores roles de sus carreras.
Por un lado, un Walhberg nominado a los Globos de Oro por su portentosa interpretación de Micky Ward. Un Walhberg que ya trabajó con David O. Russell en Tres Reyes y que ahora se consagra como intérprete serio y ampliando sus registros más allá del típico `musculitos´ que nos anunciaba calzoncillos en las vallas publicitarias de Times Square allá por los años 80. Comenzó su ascensión gloriosa al Olimpo de Hollywood cuando Martin Scorsese lo encumbró con una nominación al Oscar por su recreación de un teniente de policía tosco, árido y excesivamente malhablado en Infiltrados. Ahora, con The Fighter, se consagra y nos situamos a la espera de sus próximos proyectos para valorar si realmente lo visto en esta película se sigue traduciendo en buenas sensaciones para con este intérprete.
Por otro lado, encontramos a un hombre que se ha aficionado demasiado a ganar y perder peso a su absoluto antojo. Un Christian Bale que adelgazó lo indecible para El Maquinista y volvió a ganar una masa muscular envidiable para sus roles en Batman Begins y El Caballero Oscuro. Como un acordeón, ha vuelto a perder peso para esta cinta por la cual está triunfando de manera absoluta en todos los galardones que se han celebrado y que lo han premiado como Mejor Actor de Reparto. El Globo de Oro y el BAFTA son dos de los méritos más importantes a la espera de lo que suceda en la próxima edición de los Oscar, para la cual parte como claro favorito, sensación a la que me uno desde estas líneas.
Con un guión correcto y sin prácticamente ningún exceso, The Fighter es una película más sobre boxeo. El Luchador, Toro Salvaje, Million Dollar BabyRocky o Cinderella Man ya trataron el mismo tema casi de la misma manera. Quizá sea por eso que no me ha sorprendido absolutamente nada ningún extracto del metraje de la cinta. Sin duda, Toro Salvaje y Million Dollar Baby son palabras mayores por estar dirigidas por dos maestros como Scorsese y Eastwood. Sin embargo, no aporta nada más allá de lo que Russell Crowe y Ron Howard nos contaron en la gran Cinderella Man. O lo que Sylvester Stallone y John G. Avildsen nos retrataron en Rocky (la primera, por supuesto). 
Me queda una doble sensación. La de haber visto una buena película pero que no me ha transmitido nada. Me ha gustado su banda sonora, su ritmo y su guión. Eso sin contar a las dos actrices protagonistas, encomiables ambas, Melissa Leo y Amy Adams. Me gusta The Fighter pero pienso que no debería llevarse más premios de los necesarios. Hay apuestas mucho mejores en este año 2010 pero quizás no las haya más interesantes. 

Crítica Winter’s Bone; La naturaleza crepuscular de la América profunda

7/10
Como si de un western crepuscular se tratase, los parajes áridos y solitarios que han inspirado a todo un género cinematográfico enraizado en la industria hollywoodiense, han dado paso a un escenario en el que persiste la decadencia y la implacable ley por la supervivencia de sus orígenes. La actual ‘América Profunda’ continua siendo ese vasto e irredento territorio de tintes monocromáticos y anodina rutina, habitado por seres silenciosos en los que anida el rencor y la impotencia ante un destino designado de antemano: una atmósfera asfixiante en la que se aglutinan las más bajas pasiones humanas y donde el alcohol y las drogas hallan su particular e idóneo campo de batalla en el que devastar los frágiles espíritus que lo pueblan. 
Esa es al menos la descarnada visión que aporta Debra Granik de un hipotético lugar del entorno rural norteamericano en su Winter’s Bone, una película con el incontestable sello de cine independiente que ha logrado franquear las rígidas fronteras de los círculos minoritarios de exhibición para internarse en los mercados comerciales internacionales gracias a sus cuatro nominaciones a los Oscar y su éxito en el pasado Festival de Sundance, donde se alzó con el Gran Premio del Jurado. 
Y es que la solidez de un guión sosegado, con momentos de gran brillantez narrativa y con un devastador y a su vez hipnótico  poder de atracción; la aspereza de una fotografía fiel al ambiente ruinoso y opresivo en el que se desarrolla la trama; y las interpretaciones inspiradas y dotadas de una poderosa veracidad de todo su elenco; hacen de Winter’s Bone una cinta apreciable por su valentía al retratar sin concesiones la vida rural norteamericana.
Y lo hace con el ritmo pausado de las buenas historias, repleto de matices (es excepcional ese rito de iniciación con las armas), desvelando paulatinamente las claves de unos trágicos sucesos que giran en torno a la desaparición del padre de Ree, una joven de diecisiete años que se enfrenta al embargo de su casa con dos hermanos pequeños a su cargo y una madre con problemas psicológicos ausente de la realidad. A medida que se van desgranando los hechos, la historia comienza a cobrar coherencia y despertar el interés del espectador, todo ello vertebrado por el carácter intransigente de la joven, quien se enfrentará al cruel entorno en el que vive con la audacia de los desesperados. 
Ante la importancia central de Ree en el desarrollo de la trama, es digno de reseñar la portentosa interpretación de Jennifer Lawrence, quien ya demostró sus dotes dramáticas en la película de Guillermo Arriaga Lejos de la tierra quemada secundando a Charlize Theron, y que ahora vuelve a meterse en la piel de un personaje de una fuerza inaudita que ya le ha valido su primera y merecida nominación al Oscar. En Winter’s Bone, la réplica se la concede un imponente John Hawkes, que actualiza el arquetipo del viejo vaquero venido a menos. 
Winter’s Bone se nos antoja, al fin, con el contrapunto necesario a un cine de cifras abultadas y rostros estelares. Con sus virtudes y errores (el tramo final de la cinta es algo precipitado y pierde cierto poder de atracción), la película de Debra Granik es el apreciable último fruto del actual cine independiente norteamericano, que narra, sin ambages ni giros efectistas, una historia tan devastadora como veraz. 

Series de Televisión; Sherlock Holmes (BBC)

8/10
Los clásicos de la literatura universal parecen estar sujetos a una perpetua revisitación que los traslada a las tablas de un escenario, las páginas de un cómic o la gran pantalla de un sala de cine. A esta constatable tendencia de espíritu retrospectivo se suma ahora el incipiente mercado de la ficción televisiva, consciente de las oportunidades de un formato, el literario, fácilmente adaptable al carácter episódico de los productos de la pequeña pantalla. A este respecto, la última de las inmortales figuras del acervo popular resucitadas por la maquinaria creativa del mundo televisivo ha sido el cáustico y perspicaz personaje concebido por el británico sir Arthur Conan Doyle, el detective Sherlock Holmes. 
Y además regresa con evidentes aires de modernidad; en pleno siglo XXI, deudor de las nuevas tecnologías de la comunicación y en un Londres cosmopolita y renovado en plena fiebre pre-olímpica. No obstante, todo ello no es óbice para que este Sherlock conserve ese genuino espíritu que le dio carta de naturaleza a lo largo de innumerables aventuras entre pliegos de papel y olor a libro viejo. La figura del personaje literario perdura en la pantalla con una fidelidad digna de admiración, más aún en tiempos en los que la espectacularización de las historias y los héroes es una tendencia manifiesta (el Sherlock Holmes de Guy Ritchie, aunque divertido y apabullante, no tiene nada que ver con el ideado por Conan Doyle).
Puede que parte de esta minuciosidad en la recreación del mundo victoriano del sempiterno detective se deba a la vigorosa producción de la BBC británica, una cadena que ha sabido relanzar con maestría el género de ficción gracias a productos tan estimables como Doctor Who, Jekyll, Luther o la recientemente estrenada Outcasts. Creada por Mark Gatiss, Steven Moffat y Paul McGuigan (Obsesión, El caso Slevin), Sherlock es una miniserie dividida en tres episodios de 90 minutos de duración que sigue las pesquisas de la mente deductiva más brillante del universo literario en los sucesivos casos que se le presentan. 
Con el rostro del joven Benedict Cumberbatch, ya visto como secundario en algunas películas británicas (Las hermanas Bolena, Amazing Grace), el nuevo Holmes da verdadera entidad a la célebre flema del viejo imperio con su distinguida pose aristocrática y su conducta un tanto soberbia que le granjearán no pocos problemas en sus complejas relaciones sociales. No obstante, para la interacción con testigos y policías, goza de la compañía de un John Watson traumatizado por la guerra de Afganistán de la que acaba de regresar como médico y al que da vida Martin Freeman (coprotagonista de la original The Office y un rostro que nos será cada vez más familiar, ya que interpretará a Bilbo Bolsón en la versión de El Hobbit que prepara Peter Jackson).
Vertebrada por este improbable dúo de personalidades antitéticas, la serie nos sumerge en un asfixiante mundo de rastros inciertos, asesinatos sin resolver y rincones oscuros de un Londres desconocido; todo ello aderezado por una banda sonora absorbente y una cuidada puesta en escena que elevan cualitativamente la libre adaptación televisiva de la figura de Sherlock Holmes. De hecho, ante el aplauso unánime de la crítica y una gran acogida por parte del público británico, la BBC ya rueda una segunda temporada que volverá a contar con tres capítulos de 90 minutos y que previsiblemente se emitirá en el periodo estival. 
Y es que Sherlock no decepcionará a los acérrimos seguidores de las aventuras literarias de Conan Doyle, pues su espíritu, irónico, pretencioso, altivo, desconsiderado y con ciertas tendencias paranoides, continúa vivo, aunque ahora utilice teléfonos móviles e Internet en lugar de su legendaria lupa. Así pues, el nuevo Sherlock espera impacientemente en su apartamento de la calle Baker a ser redescubierto en la pequeña pantalla, renovado, pero eso sí, tan astuto como siempre. 

Películas Para Dos Vidas; El Padrino

Pocas veces una melodía ha sido tan significativa. En escasos momentos hemos vivido comienzos tan emocionantes en la Historia del Cine. En contadas ocasiones hemos sido testigos de una buena adaptación literaria al cine, sin duda la asignatura pendiente del entramado hollywoodiense. En 1969, el novelista Mario Puzo escribió una magistral obra sobre una familia heredera de la auténtica Mafia siciliana que exportan sus negocios al Nueva York de los años 30. Su cabeza de familia, Vito Corleone, ha sido uno de los grandes iconos de los más de cien años de retrospectiva cinematográfica. 
Un joven Francis Ford Coppola se atrevió a dirigir una adaptación de esta novela de Puzo y llevarla a la gran pantalla con una complicada labor de redacción, producción y dirección que hizo temblar los cimientos de Paramount Pictures y a punto estuvo de arruinar el futuro de la cinta.
Nombrada como «la mejor película de la Historia«, de serlo es un título más que merecido. Jamás contemplaremos un mejor trabajo de interpretación como lo realizaron Al Pacino, Robert Duvall, John Cazale, James Caan, Diane Keaton o Sterling Hayden, muchos de ellos nominados a los más reconocidos premios del cine. Mención aparte merece mi adorado Marlon Brando, el actor con el que suelo comparar a todos los intérpretes que observo. Su naturalidad al frente de un complicadísimo rol en la película le hicieron merecer un Oscar que despreció por cuestiones relacionadas con el maltrato a los pueblos indígenas por parte del conjunto de Hollywood. Pero olvidando este incidente que dejó a Roger Moore y a Liv Ullmann con la estatuilla dorada en las manos sin saber qué hacer con ella. Aquí tiene el vídeo para recordar aquel mítico momento de la historia de los Oscar. 
Sus prótesis en las mandíbulas, su manera de morir mientras juega con su nieto mordiendo una naranja con el único fin de asustarlo, sus gestos y sus modos de enfrentarse a un papel que le hizo inmortal son razones más que suficientes para adorar a un Brando pletórico y lleno de vitalidad en una película única e irrepetible.
De libreto sencillo pero de duración extensa, Coppola manejó los hilos de una trama en la que las relaciones familiares entre clanes mafiosos e incluso las traiciones internas tomaban la nota predominante en la mayoría de las secuencias. Todos los personajes tienen su psicología bien definida. Pronto, nada más comenzar la película y escuchar ese famoso Vals, podemos comenzar a empatizar con cualquiera de los seres, algunos más malévolos que otros, que aparecen a lo largo del metraje.
Y no es sólo cuestión de grandes interpretaciones ni de un gran guión. Ni tan siquiera de una gran dirección. Es cuestión de que cada persona, amante del cine, debe detenerse ante todas y cada una de las secuencias. Todavía me emociono cuando escucho el violín melancólico del tema de apertura. Mi vello corporal se eriza cuando ese tirano productor recibe en su propia cama un castigo «que jamás olvidará» donde la cabeza de un caballo tiene todo el significado. Todavía se me remueve el cuerpo cuando contemplo impertérrito el asesinato en el peaje de Sonny Corleone. 
Son pequeños detalles que, acumulados uno tras otro, confeccionan una de las películas más grandes jamás realizadas. Quizás no sea la mejor. Pero se acerca bastante a ese ideal de trama que todos querríamos contar y que nos contaran en una película. Poco a poco se comenta que, a lo mejor, Coppola debió conformarse con terminar la saga Corleone con la segunda película, realizada un par de años después con prácticamente el mismo éxito. Sin embargo, nos sobra la tercera entrega en la que en un intento desesperado por recordar que existe la familia Corleone, lo único que Coppola logra es matarnos de aburrimiento y hacernos sentir estúpidos ante la nostalgia que nos invade al recordar a Marlon Brando o a Robert De Niro en aquellas inimitables recreaciones.
¿Por qué hay que ver El Padrino? Porque es cine en estado puro. No es una idea original. Pero jamás un libro estuvo tan bien llevado a la gran pantalla. Porque tenemos la oportunidad de ver a un Marlon Brando que comenzaba el ocaso de su carrera cinematográfica, el cual llegaría con Superman y Apocalypse Now. Porque no podemos evitar mantener la boca abierta ante las más de dos horas y media de auténtica Mafia siciliana, infinitamente superior a la posterior Uno de los Nuestros o Los Soprano, dos obras que beben directamente del libreto de Francis Ford Coppola. 
Busque el DVD. Encienda su aparato y su televisión. Apague todas las luces y déjese llevar por una de las películas por las que merece la pena dar las gracias al cine por su existencia.

Crítica Enredados; La resurrección de las princesas Disney

7/10
Hace mucho que no teníamos noticias de una buena película que fuese digna sucesora de las grandes aventuras que generaciones y generaciones de personas vivimos durante años con cintas como La Sirenita, Aladdin, La Cenicienta, Blancanieves y toda aquella sucesión de películas donde la animación a mano hacía las delicias de espectadores embobados en la gran y pequeña pantalla.
Las películas Disney dejaron de ser películas Disney en el preciso momento en que veíamos los créditos finales de Mulán, aquella hipnótica, aunque flojita, historia acerca de una joven china que desea entrar en el ejército imperial de su país con el consecuente inconveniente de que es una mujer que pretende irrumpir en un mundo de hombres. En ese momento, las princesas Disney dejaron de existir en detrimento de unas magníficas películas que Disney produjo en la sombra a la factoría Pixar: Toy Story, Wall-E o Up, por citar algunas de las más importantes.
¿Qué fue de aquellas princesas, reinas, mujeres capaces de hacer frente a cualquier adversidad y romper los grilletes de las sociedades donde vivían? Parece que hace mucho que no oímos hablar de Ariel, de Mulán, de Jazmín o de Esmeralda. Recuerdo como muchas de mis compañeras de colegio tenían sus muñecas con las figuras de estas heroínas de la factoría Disney.
Pero estamos de enhorabuena. Este 2010 es testigo de la llegada de Rapunzel, una princesita hija de reyes que es secuestrada por una malvada bruja la cual encierra en una torre sin posibilidad alguna de escapatoria. Pese a estar realizada íntegramente por ordenador, los que tenemos las retinas curtidas en las aventuras de Disney, notamos como no se ha pretendido exagerar los efectos sino que existen secuencias en las que parece que estamos asistiendo a otra resurrección: la de la animación a mano. 
Con un guión apto para todos los públicos donde se suceden escenas que recuerdan a los mejores momentos románticos de aquellas aventuras que nos enamoraron de pequeños nos llega Enredados. Sin duda, y como en todas las cintas Disney, hay personajes que recordaremos el resto de nuestra existencia. Si en La Sirenita la estrella era el cangrejo Sebastián, en El Rey León eran Timón y Pumba, en Aladdin era el genio de la lámpara, en Enredados la nota de color la ponen tres personajes. En primer lugar, un camaleón de tamaño casi minúsculo que con sus curiosos y simpáticos gestos ha hecho las delicias de todos los públicos. En segundo puesto, un caballo que más que un equino se asemeja a un perro siempre a las órdenes de todo aquel que le da alguna orden. Y para terminar, un príncipe que recuerda a aquellos «machitos» que poblaban las aventuras Disney de antaño. Su «pose» ha quedado en el imaginario de más de uno (y una) que seguramente está leyendo estas líneas.
Lo único que parece más cansino en esta buena película de Disney son las canciones. La originalidad se ha perdido y prácticamente ninguno de los temas que aparecen a lo largo de la banda sonora merecen absolutamente la pena. Aunque había que completar el podio de cara a los Oscar y para ello se escogió a «I See The Light» con el fin de competir de cara a la próxima edición de los premios más importantes del mundo del cine. 
Absolutamente recomendable esta Enredados para compartir una buena tarde de cine con los niños, con tu pareja o con un grupo de amigos que sean verdaderamente unos nostálgicos de aquellas películas con las que los niños de aquella época no podíamos despegar ni un momento los ojos de la pantalla. Enredados es un homenaje a los clásicos, a las princesas y a toda una generación que triunfó gracias a los esfuerzos de aquella «malvada empresa» (véase Los Simpsons: La Película, 2008) llamada Walt Disney Pictures.

Crítica Cisne Negro; Nudo en la Garganta

8/10
Es complicado hablar de Cisne Negro sin mencionar que es una de las películas con el sello más cualitativo que se han estrenado en mucho tiempo. Su director, el siempre indeterminado y atrevido Darren Aronofsky, nos regala una película única en su género, el cual tampoco podemos identificar sin caer en el ambigüo término de «drama».
La trama no puede ser más simple. Pero, a la vez, es de lo más complejo que se ha realizado en estos últimos meses. Una pseudo surrealista historia acerca de una bailarina apasionadamente enamorada de su profesión que sufre una desgarradora transformación en su cuerpo y su mente cuando debe enfrentarse a una rival por conseguir el puesto de bailarina principal en la representación de El Lago de los Cisnes, donde la misma intérprete debe saber transformarse en el cisne blanco y en su contrario psicológico, el cisne negro.
En Black Swan nada es lo que parece gracias, en su mayor parte, a la sublime interpretación de sus dos protagonistas: una Natalie Portman pletórica y una Mila Kunis realmente absorbente. En Cisne Negro el espectador no identifica que es lo que realmente está sucediendo y qué hay de falsedad en la trama que Aronofsky nos narra. Es de agradecer que actrices como Portman den un giro en su carrera y se arriesguen a interpretar papeles que las encumbran a lo más alto. Si en críticas anteriores rogué el Oscar para Colin Firth no voy a ser menos para la actriz israelí, la cual traza una interpretación que roza la perfección dramática. Y este tipo de cosas se merecen un buen premio. Los Globos de Oro ya los tienen y eso es señal de que no voy demasiado desencaminado.
Mención aparte merece la apabullante, como siempre, dirección de Darren Aronofsky (Pi, Réquiem por un Sueño, El Luchador). Su decisión de colgarse la cámara al hombro durante la mayor parte de la película hace que el realismo que adopta a lo largo de la película se haga aún más verosímil. Nos sentimos parte de la trama. Cuando el personaje de Portman se pelea o ríe con su madre (una gran Barbara Hersey), el espectador está ahí. Lo mismo ocurre en las secuencias de los ensayos, donde asistimos a cada movimiento como si estuvieran danzando alrededor nuestro.
Con un guión simple pero que aboga a los sentimientos más oscuros del ser humano, Cisne Negro es una de las mejores películas de esta temporada. Interpretaciones secundarias de altura, bien sea las de la joven Mila Kunis o la del francés Vincent Cassel, el cual teje uno de los personajes más grandiosos y enigmáticos de la película.  Y todo eso ni no hablamos de la pequeña resurrección de Winona Ryder, en un papel muy alejado de los clichés a los que nos ha acostumbrado a lo largo de su carrera.
Si he de hablar de la banda sonora, he de hablar de la maravillosa pieza que suena a lo largo de toda la cinta: El Lago de los Cisnes de Piotr Tchaikovsky y que sirve como telón de fondo entre la primera parte de la película, posiblemente identificada con ese cisne negro bondadoso y humano y la segunda parte del metraje, donde Natalie Portman muestra sus armas como actriz dejando boquiabierto a más de uno. Acreditado como compositor aparece Clint Mansell, el cual adapta la obra como si un fantástico director de orquesta se tratara. Además, sus escasas composiciones para piano, las cuales aparecen a lo largo del metraje, son piezas de una calidad envidiable.

Sin embargo, aunque pueda parecer que hay partes sobrantes, en Cisne Negro todo tiene relación. Perderse una secuencia es no tener una referencia clara a la hora de seguir este camino hacia una transfiguración anunciada que sufrirá, inevitablemente, nuestra protagonista. Cada palabra de Portman, cada frase de Cassel y cada gesto de cada uno de los intérpretes es la llave maestra de las escenas posteriores. 

Cisne Negro es excesivamente paranoica. Es por eso que la calificación no llega al máximo absoluto. Pero es que a Aronofsky le gusta hacernos caer en sus redes. Le gusta que pensemos como él para poder entender sus películas. Lo hizo con Pi, lo repitió con más éxito si cabe en Réquiem por un Sueño, defraudó en La Fuente de la Vida, nos contó una buena historia de autosuperación en El Luchador y ahora, vuelve por sus fueros con Cisne Negro
Aquel espectador que decida sumergirse en esta historia, deberá saber que tendrá que liberarse de cualquier prejuicio o cliché y dejarse llevar. No hacer preguntas y abrir los ojos ante una de las obras cumbre de esta temporada de cine. Tendrá que pasar de ser un cisne blanco a convertirse en el más malvado cisne negro. Sólo así logrará empatizar con esta maravillosa película.

Dulce Cine de Juventud; Big (1988)

El ámbito de los sueños infantiles es un vasto campo de deseos extravagantes, aspiraciones irrealizables y caprichos alimentados por una acusada capacidad para imaginar situaciones grotescas. Todos nosotros, al fin y al cabo, hemos fantaseado con ser robots todopoderosos, animales prehistóricos, personajes de manga, o intrépidos aventureros. No obstante, uno de los anhelos que parece vertebrar toda infancia es la aspiración irrefrenable a ser mayores, a crecer de forma apresurada y convertirse en un adulto para realizar todas aquellas cosas que de pequeño tus padres te prohibían con toda la razón del mundo. Cuando, efectivamente, ese niño que fantaseaba con las infinitas bondades de la madurez se interna en el intrincado territorio de los mayores, su percepción muta de forma irrevocable y parece buscar el retorno a esa etapa infantil de felicidad sin concesiones, asfixiado tanto por las obligaciones inherentes a ser adulto como a las complejos relaciones entabladas entre ellos.
Todo ese proceso que suele durar largos años de dudas y cambios traumáticos lo vive en una sola noche el bueno de Josh Baskin, un chico de 13 años prendido de una chica mayor que él,  tras pedir un deseo a la enigmática atracción de feria de Zoltar. Para su evidente sorpresa, a la mañana siguiente descubre que se encuentra atrapado en el cuerpo de un hombre de 30 años, con los considerables problemas acarreados a raíz del pavor de su madre al comprobar que su hijo ha desaparecido y en su lugar hay un hombre desconocido en casa. Apoyado por su gran amigo Billy Kopeke, Josh emprende un incierto viaje a la gran ciudad para averiguar dónde se encuentra la atracción que le concedió su inconsciente deseo; una búsqueda infructuosa que le llevará a establecerse como una persona adulta, buscar un trabajo estable e incluso internarse en el mundo de las relaciones sentimentales hasta comprobar que no existen tantas diferencias entre los hombres maduros que le rodean y el carácter tierno e inocente del niño que en realidad es.
Big es todo un clásico del género de entretenimiento familiar que no precisa de mayores cartas de presentación. Una película que ha vencido al tiempo gracias a esa perfecta conjunción de ingenua comicidad infantil y ese espíritu de aventura y nostalgia que vertebra el cine de la década de los 80’s, sirviéndose de una sencilla premisa que suscita la moraleja final; y es que la vida con 13 años es más divertida de lo que nunca será en el futuro. De la mano de Baskin, recorremos un excitante periplo por un mundo de hombres de negocios ambiciosos y amargados que quedan a merced de la mente despierta y simple del improbable vicepresidente de una compañía de juguetes que, además, conquistará a una chica resignada a una vida amorosa rutinaria y sin alicientes. Todo ello, sin dejar de jugar como un niño, pues, ¿quién no ha sentido envidia de ese aplio loft de Baskin con máquinas de pin-ball, camas elásticas, canasta de baloncesto y muñecos gigantes con los que disfrutar a todas horas?.
La película de Penny Marshall (producida por James L. Brooks y con Barry Sonnefield como director de fotografía), por otro lado, no tendría razón de ser sin el protagonismo de Tom Hanks como ese niño grande que interpreta con una comicidad y veracidad deslumbrantes (de hecho, este rol le valió su primera nominación al Oscar). Ampliamente versado en el género cómico gracias a films como Despedida de Soltero, 1,2,3…Splash! o Esta casa es una ruina, Hanks comenzó aquí a apuntar su más tarde explotada vena dramática (quizás se echan de menos más papeles como este en su última etapa como actor) al ilustrar el debate interno que se abre en la vida de su personaje tras asentarse en la vida de adulto y a su vez añorar su mundo infantil. Hanks, además, nos regala todo un repertorio de momentos inolvidables que han provocado la carcajada a generaciones de espectadores, desde su triunfal entrada en la fiesta de la empresa con esmoquin blanco, hasta sus guarradas con la comida (en la cafetería jugando con una guinda), pasando por su risible inocencia al llevar a la chica (interpretada por Elizabeth Jenkins) a su casa sin más pretensión que divertirse juntos, tal y como lo harían dos niños de 13 años.

Como botón de muestra, os dejamos uno de esos momentos que le han dado trascendencia a la película más allá de su época en el que podemos disfrutar con Tom Hanks y Robert Loggia interpretando el mítico tema musical de la película en el ‘walking piano’ de una juguetería. Big nos entretiene y además conmueve, una naturaleza dual que extrañamos en el actual cine familiar (si existe más allá de la animación) y que eleva a la película a clásico indiscutible de un cine de juventud que debe pervivir en el tiempo por su ternura e inocencia.