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Cine Navideño; Los fantasmas atacan al jefe
Con la década de los 80’s desgranando sus últimas obras maestras populares, el mítico Richard Donner (Los Goonies, Arma Letal) produjo y dirigió Los fantasmas atacan al jefe (o Scrooged en su título original), una divertida y cáustica actualización de la legendaria obra de Dickens, Un cuento de Navidad, en torno a la figura de un despiadado director de contenidos televisivo. Curiosamente es esta obra premonitoria la que encomienda Frank Cross a todo el equipo de la cadena para ser representada en directo la noche del 24 de Diciembre, impidiendo de esta forma que todos ellos pasen esas entrañables fechas con la familia y acrecentando el macabro prestigio del jefe. Y quién mejor para dar vida a este impasible personaje que Bill Murray, ese actor que con un simple parpadeo es capaz de expresar tantos de grados de pesadumbre e ironía. Aquí es él quien llena la pantalla, quien vertebra la trama, quien provoca la carcajada desde su histrionismo espontáneo o su contenido sarcasmo, haciendo de Los fantasmas atacan al jefe todo un catálogo de momentos gozosos de un cómico inspirado.
¡Feliz Navidad con…. Qué Bello es Vivir!
¡Feliz Navidad con… La vida de Brian!
Hay cierta ironía blasfema en la elección de esta mítica obra cumbre de los geniales Monty Python’s para conmemorar el entrañable día 25 de Diciembre o, lo que es lo mismo, el nacimiento del niño Jesús. Esperemos que en su largo peregrinaje desde Oriente hasta el remoto pueblo de Belén, los tres Reyes Magos no se desvíen en su camino (ya sea por la crisis económica o por las intensas nevadas que asolan Europa) y erren en su adoración al recién nacido, como ya les ocurrió hace más de dos mil años cuando visitaron el humilde pesebre de un pobre diablo llamado Brian que, en contra de lo que esperaban, tendría escaso protagonismo en el devenir de la Historia de la humanidad. O al menos es lo que sugerían Terry Jones, John Cleese, Eric Idle, Michael Palin y Terry Gillian en la fantástica y épica obertura de esta joya descacharrante de la irreverencia en la que se revisitaba desde una óptica un tanto heterodoxa la vida (o más bien el ambiente histórico) del mesias más persuasivo que ha conocido el mundo.
No obstante, en esta película inmortal que se programa de forma reincidente en todas las televisiones del mundo coincidiendo con tan señaladas fechas para el disgusto manifiesto de los cristianos más recalcitrantres y encorsetados, no se retrata de un modo exhaustivo las peripecias del bueno de Jesús, sino que se traslada el foco sobre un personaje circunstancial y aparentemente carente de interés que tuvo la desgracia de vivir bajo la sombra de un ser excepcional destinado a acuñar una nueva religión, nada más y nada menos. Brian, por el contrario, se debía conformar con militar en el reivindicativo Frente Popular de Judea, soportar a su malévola madre, un tanto masculina, y lidiar con las hostiles hordas romanas y su complejo sistema de declinaciones lingüísticas. Cosas del destino.
Compuesta por un extenso repertorio de sketches hilarantes engarzados por un trama descabellada, La vida de Brian se ha erigido como la obra más importante del grupo cómico británico Monty Python’s. Y no es para menos. Pocas citas se han dado en el cine con un humor tan surrealista y mordaz como el desplegado aquí con gran inspiración por la inefable compañía, regalando momentos inolvidables de carcajadas incontenibles. Entre ellos, esa lapidación «exclusivamente» masculina devenida en toda una batalla campal producto del ansia de un poco de entretenimiento, esa lucha de gladiadores escualidos pero con gran resistencia en la media marathón, o esa reunión clandestina de la oposición nacionalista donde se ensalzaban los grandes beneficios de la dominación romana; «Muy bien, pero además de la sanidad, la medicina, la educación, el vino, el orden público, las cañerías, las carreteras, los acueductos y la salud pública, ¡¿qué han hecho los romanos por nosotros?!».
Mención aparte precisan esos títulos de créditos antológicos al más puro estilo 007 o ese final apoteósico con todos los crucificados cantando al unísono. La vida de Brian es la sal del cine bíblico, esa nota discordante tan necesaria entre las edulcoradas revisitaciones cinematográficas en torno a la vida de Jesucristo que pueblan a la menor oportunidad las parrillas de nuestras televisiones. Humor inteligente, sarcástico, punzante, transgresor, surrealista, estrepitoso, verderamente divertido… Todo un clásico del cine idóneo para celebrar el nacimiento de un personaje diferente que, si bien no cambió el rumbo de la historia, sí que nos hizo pasar un rato agradable. Ahora, cantemos todos ese evocador Always look on the bright side of life.
… Y ¡Feliz Navidad!
Cine Navideño; Cuento de Navidad
Y es que cuando se acercan estas fechas tan señaladas, una vaga sensación de desasosiego se apodera de nuestro ánimo y nos impulsa a someternos a un introspectivo examen cuyo único objetivo es legitimar nuestros actos, así como suscitar el anhelo de llevarlos a cabo de un modo diferente. Obviamente, no somos perfectos, y la Navidad nos impele a acercarnos, aunque sea de forma aproximada y entusiasta, a esta máxima que rige (o debería regir) nuestras vidas, como un contagioso espíritu de bondad y fraternidad hibernado a lo largo del año y desatado ahora por un ambiente icónico, el navideño, arraigado vigorosamente en la cultura popular. Sin embargo, muchos precisan de una ayuda más poderosa que el destello de las luces o la ilusión de los regalos.
El señor Scrooge, un avaro y malévolo anciano que regenta un viejo negocio usado como parapeto ante el mundo, odia las Navidades, repudia las muestras de cariño que el resto se prodiga en esas fechas, desdeña ese convencional espíritu que nos incita a reunirnos con nuestros seres queridos al calor de la lumbre en tiempo de vacaciones. Y lo manifiesta con feroz convicción. O al menos así lo hace hasta que recibe la fantasmal visita de tres espíritus, el de las navidades pasadas, la presentes y las futuras, quienes muestran al viejo cascarrabias la pobre imagen que proyecta a su alrededor y las terribles consecuencias que su desdeñoso comportamiento traerá a su vida de forma inminente.
![](https://elcinequevivimospeligrosamente.wordpress.com/wp-content/uploads/2010/12/f3c77-cuento-de-navidad-tecqvp.jpg?w=320&h=213)
Para ello, se vale de la poderosa figura (digital, se entiende) de Jim Carrey como el anciano señor Scrooge, todo un portento creativo que muestra las infinitas posibilidades de las nuevas técnicas, al que acompañan una fascinante terna de actores reconocidos aunque previamente filtrados por el todopoderoso ordenador; Gary Oldman, Colin Firth, Bob Hoskins o Robin Wright Penn, entre otros. En el registro visual, la película de Zemeckis alcanza cotas de belleza inauditas hasta ahora en el cine, combinando a la perfección el fuerte contraste de luces de los interiores del siglo XIX con la imaginería estética desbordante del sueño vívido de Scrooge. Aunque en ocasiones todo parece descontrolarse, la película mantiene el pulso cadencioso de la inmortal historia, ejercita un manifiesto gusto por los ambientes oscuros y aboga por el surrealismo latente de la trama, algo que sin duda puede suscitar cierto distanciamiento con el público más infantil.
Zemeckis recupera, así pues, el espíritu más rendidamente navideño con esta nueva y digna adaptación cinematográfica de la novela de Dickens, a la que incorpora el 3D y la captura de movimiento como principales atractivos para una historia conocida por todos aunque no por ello menos sugestiva. El señor Scrooge, como cada año, nos recuerda la importancia de fortalecer ese espíritu de fraternidad y bondad con todos los que nos rodean en estas fechas tan señaladas… O los malos espíritus acudirán a nuestros sueños…
Dulce Cine de Juventud… ¡en Navidad!: Solo en Casa
Sólo en casa puede identificarse como el punto de inflexión cinematográfico que marcó el final del género de aventuras Amblin de los 80’s (del que hemos dado buena cuenta en este ciclo) y dio inicio a una tendencia que buscaba un público objetivo más familiar y, consecuentemente, más amplio, de la que se erigiría como gran abanderado el propio Chris Columbus. Si en años pretéritos este había escrito el guión de clásicos del cine juvenil como Gremlims, El secreto de la Pirámide o Los Goonies, ahora le llegaba el turno para ejercer como director con esta apuesta segura escrita por el prestigioso John Hughes a la que seguiría su secuela, La Señora Doubtfire, Nueve Meses o las dos primeras entregas de la saga Harry Potter (es una lástima que su carrera se haya ido al traste en los últimos años). Lo cierto es que la ternura, la comicidad evidente aunque no por ello menos eficaz de las rocambolescas situaciones que retrata, el ritmo fluido y ameno de la trama, o la acertada caracterización de los personajes que Columbus imprime a sus cintas, hacen de su cine un producto redondo para un consumo masivo a la vez que satisfactorio. No en vano, la película en cuestión logró unas cifras de recaudación estratosféricas, además de adquirir una popularidad que aún hoy continua detentando de forma evidente, pues, ¿quién se atreve a replicar que no ha visto Solo en Casa alguna vez en su vida?
Solo en Casa no puede entenderse sin el carisma de un niño prodigio como Macaulay Culkin, quien daba inicio aquí a una fulgurante carrera cinematográfica que lo llevarían a cosechar éxitos como Mi Chica, El buen hijo o Niño Rico, y que desembocaría poco después en una espiral de drogas, sexo y descontrol hasta su defenestración definitiva como actor (sus recientes intentos de resurgimiento no han resultado). No obstante e independientemente de la triste historia en la que devino su vida, debemos reconocer el prematuro talento de Culkin, capaz de sostener todo el peso de una película gracias a su sorprendente comicidad y su verborrea de ‘niño grande’ (como apunte anecdótico, señalaremos que su hermano, Kieran Culkin, también intervenía en un breve papel como Fuller, el primo meón de Kevin). A la vertebración cómica de la película también contribuyó la descacharrante interpretación de Joe Pesci y Daniel Stern como los torpes y desgraciados malvados de la función, un risible dúo enzarzado permanentemente en disputas que nunca llevaban a nada que se autocatalogan como los bandidos mojados.
Con las fechas navideñas a la vuelta de la esquina, se va haciendo pertinente desempolvar nuestro reproductor de VHS y poner la cinta que tantos buenos ratos nos hizo pasar cuando éramos más jóvenes y menos exigentes. Y si no, esperaremos a que las cadenas de televisión hagan honor a su demostrada falta de originalidad en la programación de las fiestas y vuelva a proyectarla, una vez más, para el goce de su público. Mientras tanto, aquí os dejamos con su flamante entrada en nuestro icónico ciclo de Dulce Cine de Juventud.
Cine Navideño; Un Padre en Apuros
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Cine Navideño; Love Actually
Ya huele a Navidad… El humo de las castañas hace palidecer las luces de la ciudad, los escaparates de las tiendas se tiñen de rojo, la publicidad hace de los regalos su mayor estandarte, los niños y jóvenes venden polvorones por doquier, el frío y la lluvia nos recluyen en el calor de nuestros hogares… y el árbol de navidad, los adornos, el deseo, en fin, de vivir una de las épocas del año más entrañables paara pequeños y mayores. La Navidad se siente cuando arranca Diciembre, y con él, el cine; ese que nos hace soñar con un paisaje nevado (aunque en el sur debamos conformarnos con el hielo), historias de amor, amistad, ilusión, reencuentros imposibles, ternura y paz, espíritu de ser mejores personas. De poco importa si son sentimientos impostados, o clichés acuñados en esta parte del mundo avanzado y consumista a más no poder, pues, a veces, todo ello resulta de alguna forma improbable y se contagia ese anhelo por congraciarse con el resto. Nuestro blog no podía ser menos y arranca un ciclo de cine navideño que repasará algunas de las películas más emblemáticas de esta época del año, aquellas que gusta ver en casa con un gran tazón de chocolate y una manta en la que cobijarnos.
Y qué mejor forma para comenzar una retrospectiva navideña que con una película que desde su estreno en 2003 se erigió como un clásico del género gracias a su desenfadada apuesta por componer una oda divertida, melodramática, tierna y deliberadamente edulcorada a la Navidad. Love Actually es todo un mosaico de historias enlazadas por un nexo tan poderoso como escurridizo, el amor, en sus diferentes manifestaciones, desde ese inocente abordaje juvenil que instala mariposas en el estomágo, hasta el romance sin fronteras idomáticas, pasando por las relaciones frustadas y devastadas por el paso del tiempo, amores imposibles o pasiones ministeriales. Todo ello narrado con gracia, sentido del ritmo, una banda sonora memorable, un elenco actoral de altura y un indiscutible espíritu navideño que inunda la trama de principio a fin.
Como responsable inmediato, debemos señalar a Richard Curtis, un guionista curtido en comedias británicas de gran tradición como Cuatro bodas y un funeral o Notting Hill que aquí da un salto cualitativo a su carrera como hombre de cine dirigiendo con tesón y desparpajo su ópera prima. Y es que además lo hace respaldado por uno de los cast más sugerentes de los últimos años compuesto por una amalgama de actores dispares y genuinos en sus respectivos ámbitos liderados por Hugh Grant, Liam Neeson, Colin Firth, Emma Thompson, Alan Rickman o Bill Nighy; la flor y nata, por decirlo de otra manera, de la mina interpretativa británica. Todos ellos al servicio de una historia coral que desgaja la evolución romántica de sus personajes a lo largo de una particular cuenta atrás hasta la señalada fiesta de Nochebuena.
Love Actually es una película encantadora; de esas que encandilan cuanto más se ven, que ensalzan el espíritu navideño con un tierno sentido del espectáculo, que refuerzan el ánimo del espectador con una necesaria dosis de ilusión y romanticismo. Y que además nos legan una inestimable colección de momentos difíciles de olvidar. Comencemos este particular catálogo de las cinco escenas más entrañables, divertidas o románticas del film.
5. Billy Mack o cómo ser un cantante de éxito
Desde el arranque de la película con los compases pegadizos del Christmas is all around, Billy Mack (o Bill Nighy, como se prefiera) se erige como el vértice cómico por excelencia de la película, ya sea protagonizando un videoclip subido de tono, aconsejando a los niños que se conviertan en estrellas del pop para conseguir drogas gratis, restregando sus partes pudendas al presentador de un programa televisivo o hablando en la radio de sus escarceos amorosos con Britney Spears. Un gran tipo que no será fácil de olvidar. Una muestra aquí.