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[Crítica] Aprendiz de gigoló

John Turturro y Woody Allen revisitan los clásicos del cine y se fijan para su nueva película, especialmente Turturro a la hora de escribir el guión, en aquellos Dustin Hoffman y Jon Voight que se hicieron aún más celebres por las calles de Nueva York buscando fortuna. Cowboy de medianoche es un drama de un calado personalista muy destacado. Dos hombres deciden que una buena forma de buscar dinero es dedicarse a la prostitución, sin juzgar las posibles consecuencias o la moralidad de sus actos. 
Salvando las distancias y notables diferencias entre ellas, Aprendiz de gigoló supone un trabajo de guión, dirección e interpretación interesante aunque muy insuficiente. La trama no está todo lo bien desarrollada que debería y debemos agradecer la presencia de un Allen soberbio en un terreno que no domina pero que se le hace muy cercano por la influencia de sus propios libretos en el de Turturro. 
Cada vez que el cineasta neoyorquino desaparece de la pantalla, la película se vuelve una historia de amor y romance del montón, sin lugar a la comedia pura ni al juicio que se le presupone a una temática tan controvertida como la tratada. Junto a los dos protagonistas, aparecen muy desdibujadas Sharon Stone, Sofia Vergara y Vanesa Paradis, en quien reside el mayor interés de una trama que tras algunos minutos de metraje, se vuelve muy tedioso y poco atractivo. De nuevo, los instantes en los que Woody Allen hace su aparición en escena sirven para situarnos otra vez en el disparadero narrativo de un John Turturro que, por más que lo intenta, nunca consigue interesarnos más de lo debido. 

[Crítica] Joven y bonita

Joven y bonita es el título de la nueva película de François Ozon, uno de los directores más en forma del cine europeo contemporáneo. Cada nueva aventura suya es recibida con una soberbia curiosidad y predisposición a lo que nos desea contar un cineasta que lleva en esta industria casi un cuarto de siglo. 
Autor comprometido con su propio cine, con unos códigos muy definidos basados en sus propias experiencias vitales en las que seguimos a unos personajes que parecen perdidos ante la inmensidad social, económica y cultural actual. Joven y bonita nos presenta la difícil época a la que se enfrenta una adolescente que acaba de cumplir 17 años y su personalidad, cuerpo e intereses comienzan a girar hacia otros derroteros. Isabelle decide embarcarse en un peligroso tiovivo de sexo, prostitución y dinero que verá comprometida la naturaleza de su paso a la madurez.
Ozon narra con temple una historia tremendamente dura en la que hay lugar a cuestionarse diversos movimientos de su protagonista, encarnada con maestría por la modelo Marine Vacth. Desde el primer fotograma, somos conscientes de que estamos ante una mujer objeto, siendo observada a través de unos prismáticos por su hermano pequeño. Éste, situado a su vez en la adolescencia más descarnada, comienza a hacerse preguntas, a querer saber del mundo y a cuestionar las acciones de su hermana. Los hombres utilizan a Isabelle a su antojo y ella parece amoldarse a cualquier petición. Busca el placer pero no lo obtiene, simplemente se ha tomado su aventura como una vía de escape a posibles momentos años atrás que la dejaron turbiamente afectada. 
François Ozon se arriesga al componer un personaje tan lineal pero a la vez tan lleno de matices. Cada paso que da adquiere un significado en función de la ubicación que se haya escogido. Las escaleras mecánicas del Metro, del subterráneo, adquieren una dimensión narrativa muy específica. Influencias tan evidentes como el Buñuel de Belle de jour o Ese oscuro objeto del deseo o Rimbaud y su poema Nadie es serio a los 17 años, que duele en cada verso que se recita. Isabelle es distinta a todas las chicas de su edad. Ha decidido, motu proprio, inmiscuirse en una realidad que no le corresponde. Hay lugar hasta para encontrar la atracción física y para plantear que los actos menos morales generan un alto grado de miedo y desconfianza. 
A través de la voz de Françoise Hardy, una de las cantantes más intimistas y populares de Francia, recorremos un año crucial en la vida de Isabelle. A lo largo de cuatro estaciones, somos testigos de un profundo viaje a través del placer indigno, la búsqueda infructuosa de la felicidad y las consecuencias de cada decisión vital.