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El "efecto Mad Men" sigue conquistando público

En un mundo donde los sentimientos no importan tanto como el saber venderlos, el cinismo más recalcitrante y la doble moral descarada de aquellos encargados de forjar sueños, se constituyen como rutinas profesionales que inevitablemente terminan por ser llevadas al hogar. Quizás por ello, por esa mezcolanza de elegancia aparente, mentiras y luchas intestinas, una serie de televisión ambientada en los años 60 en torno al mundo de la publicidad como Mad Men haya cosechado un éxito tan apuballante que traspasa las fronteras de lo estrictamente artístico y se interna en otras esferas como la moda o la prensa popular. Ayer jueves, Canal+  dedicó toda la programación de la jornada a rememorar la tercera temporada de la serie estadounidense como preludio necesario al estreno en España de la esperada cuarta temporada, desde hace algunas semanas emitiéndose en Estados Unidos. El efecto Mad Men se expande.
La sección de televisión de la agencia Europa Press, Chance Tv, informaba el pasado lunes en un artículo titulado «Todo vale para ser un Mad Men», del maratón que la cadena de pago española estaba preparando para la premiere de la cuarta temporada de Mad Men, emitido ayer, en el que se incluían diferentes documentales de producción propia así como una recopilación de los momentos más emblemáticos de la serie, entre ellos su aparición (concretamente la cabecera) en Los Simpsons o en la versión norteamericana del Saturday Night Live. 
La llegada a España de una nueva entrega de la serie confirma la enorme expectación que se ha creado en torno a las desventuras de Don Draper y sus colegas de oficina de la avenida Madison de Nueva York. La serie de la cadena privada AMC (responsable de otro título tan interesante como Breaking Bad) nos traslada a los inicios de la era de la publicidad, una época en la que las restricciones que conllevaron la postguerra han desaparecido en favor de un consumismo feroz que inculcar en la mente de los nuevos compradores. Más allá de la mera crónica financiera-creativa que se presupone en este tipo de empresa, Mad Men indaga en las relaciones interpersonales de sus trabajadores y desvela los tratos manifiestamente vejatorios a los que se sometía a las mujeres, vistas como meros objeto de deseo en el lugar de trabajo y recluídas a puestos sin responsabilidad alguna. La situación de la mujer en el hogar tampoco era mucho mejor, condenada a cuidar a una familia sin más aliciente que permanecer incorruptibe al paso del tiempo.
 
 Matthew Weiner, su creador, ha sabido imprimir a la serie una estética tan personal y poderosa, que cada temporada ha supuesto un nuevo impulso a su progresiva conversión a una obra de culto que traspasa fronteras. Si hace algunos meses teníamos noticia por The New York Times (enlace) de que los personajes principales servirían de modelo para una nueva gama de muñecas Barbie (incluido Ken), en las últimas semanas han aparecido diferentes portadas de revistas con parte del elenco de la serie. Así, la versión estadounidense de Rolling Stone abría en septiembre con una maravillosa fotografía de Jon Hamm junto a las bellas January Jones, Christina Hendricks y Elizabeth Moss, mientras que la versión británica de la revista GQ lo hacía con la exhuberante Hendricks en solitario, dando paso a una extensa entrevista con la actriz.
Como se preguntaba Jon Hamm en una entrevista concedida a la agencia Efe en la feria audiovisual Mipcom de Cannes a comienzos de Octubre (artículo aquí), «¿Qué le pasa al mundo, que ha convertido a estos maestros del engaño y la infidelidad en sus nuevos héroes?». Es indudable que lo polémico o todo aquello que está prohibido atrae y mucho al público. La conducta de los personajes de Mad Men no es ni mucho menos modélica, sin embargo fascina a una legión de incondicionales. El pasado miércoles el diario El País publicaba un reportaje, «El día en el que Mad Men cambió sus vidas», en el que se afirmaba que la serie se «había convertido en un icono de estilo y de un modo de hacer televisión», oponiéndose a la hegemonía de ficción que detentaban las cadenas públicas ABC, NBC o Fox. ¿La razón? Se ofrece un producto de calidad que rompe con las dinámicas tradicionales de las series televisivas y que concibe al espectador como un sujeto activo y exigente.
El efecto Mad Men es hoy día un hecho incontestable. Ahora llega la cuarta temporada y aún queda mucho camino por recorrer. Como decía ayer Hamm en una entrevista a Clarín, «podríamos llegar a la decada de los 70».

Series de Televisión de Siempre (I)

A lo largo de los próximos tres meses, vamos a ir trazando un homenaje a las series de nuestra vida. Aquellas intrigas que mantuvieron pegados al asiento a generaciones de personas en todo el mundo. Este mes de octubre es más que apropiado para recuperar todas aquellas series que nuestros padres y abuelos, e incluso algunos de nosotros, tuvimos la oportunidad de disfrutar. Este mes va dedicado enteramente a nuestros mayores. Nosotros, los más jóvenes, apenas hemos oído hablar de algunas de estas series que hicieron las delicias durante años de millones de personas en todo el mundo. En una época en la que volvemos a tener fe en la televisión y en sus maravillas, es bueno recordar que en alguna ocasión, la televisión llegó a tener la sartén por el mango en los hogares de medio planeta. En España, tuvieron la oportunidad de seguir todas las series por Televisión Española hasta que aparecieron las privadas y la diversificación se hizo efectiva.
Que comience nuestro viaje.
1. Dinastía (1981-1989): Nueve temporadas tuvieron que pasar para que John Forsythe, Linda Evans y Joan Collins resolvieran sus problemas en uno de los dos grandes culebrones norteamericanos de la época. Millones de personas siguieron una serie que marcó una época y que, vista hoy en día, resulta una obra muy predecible y poco atractiva por su densidad. Sin embargo, nuestros mayores la recuerdan con mucha nostalgia ya que, semanalmente, era una cita obligada.  Vea la secuencia de títulos de crédito aquí.
2. Falcon Crest (1981-1990): Esta serie terminó un año después que la anterior. Sin embargo, Angela Channing (Jane Wyman) enfadó a todos los seguidores de la serie por sus maldades al mismo tiempo que disfrutaban de un más que atractivo Lorenzo Lamas. David Selby, Susan Sullivan y Robert Foxworth eran algunos de los secundarios con los que contó este auténtico culebrón. Recuerde la secuencia de apertura en este enlace.
3. Dallas (1978-1991): Ampliamos el número de temporadas hasta catorce para hacer referencia a otra serie que forjó una leyenda en televisión. La muerte de J.R., todavía sin aclarar, es un gran misterio que la gente que vio la serie todavía recuerda. Patrick Duffy, Larry Hagman y Barbara Bel Geddes fueron algunos de los protagonistas de una de las series más longevas de la época. Vea la secuencia de títulos de crédito en el siguiente link.
4. Mission Impossible (1966-1973): Siete temporadas bastaron para que Martin Landau y compañía hicieran las delicias de todos los espectadores con una serie de espionaje fresca y muy adictiva incluso viéndola hoy en día, época en la que estamos acostumbrados a la alta tecnología. De esta serie salió en 1996 una película protagonizada por Tom Cruise con resultados más que dignos. Recuerde el comienzo de esta legendaria serie en el siguiente enlace.
5. Ironside (1967-1975): Seguimos en nuestro viaje en el tiempo para detenernos en una serie con leyenda. Un detective retirado por un retiro forzoso al quedar parapléjico, se convierte en asesor de la Policía en numerosos casos. El gran, en todos los sentidos, Raymond Burr se encargó de dar vida a este mítico personaje acompañado siempre por su silla de ruedas. Su banda sonora quizás le resulte conocida, puesto que Tarantino utilizó los primeros compases en Kill Bill Vol.1. Véalo aquí.
6. El Santo (1962-1969): Un jovencísimo y muy atractivo Roger Moore deleitó a las damas de medio mundo en una decente serie que recordaba en su argumento a las historias de Robin Hood. El hombre rico se convierte en pobre para calmar las ansias de los más desfavorecidos. Todo un éxito en la época. Recuerde a Roger Moore en su época más dorada en el siguiente enlace.
7. El Virginiano (1962-1971): El primer western televisivo donde cada capítulo llegaba a durar una hora y media. El disfrute estaba garantizado todas las tardes a la hora de comer. La familia no se sentaba después de comer sin poner la televisión y ver a Lee J. Cobb, Doug McClure y James Drury en sus andanzas por el desierto del Oeste americano. Vea la secuencia de apertura y un extracto de un capítulo en el siguiente enlace.
8. La Casa de la Pradera (1973-1983): Diez temporadas para una serie que ha quedado en la retina de millones de personas. Michael Landon, Melissa Gilbert o Melissa Sue Anderson eran algunos de los protagonistas de este drama sureño sin excesivos alicientes. Recuerdela en este enlace.
9. Los Ángeles de Charlie (1976-1981): Una serie que duró poco en comparación con las que hemos comentado anteriormente pero que sirvió para que toda una generación de mujeres disfrutaran con heroinas dentro de la polícia de Los Ángeles. A Charlie no lo conocimos nunca, pero a Farrah Fawcett, Cheryl Ladd y Kate Jackson entraran en un duro mundo dirigido íntegramente por hombres. Recuerde esta mítica serie en el siguiente link.
10. Bonanza (1959-1973): Inolvidable serie y aún más inolvidable su tema musical, recordado por generaciones y generaciones de personas que tararean aún hoy en día los acordes de la secuencia de apertura. Un rancho, La Ponderosa, dirigido por un patriarca que tenía que luchar contras las iras de sus enemigos y hasta de su propia familia. Michael Landon, Lorne Greene y Dan Blocker fueron algunos de sus protagonistas. Recuerde esta mítica serie en el siguiente enlace.
11. Starsky y Hutch (1975-1979): Antes de que Ben Stiller y Owen Wilson dejaran por los suelos el nombre de estos dos polícias, hubo una gran serie que entretuvo a millones de personas. Un Ford Gran Torino rojo y un estilismo perfecto además de unos villanos malísimos eran los alicientes para disfrutar de una serie que comenzó a decaer cuando los productores decidieron girar el guión desde la violencia hasta el romance. Vea la secuencia de apertura de la serie en este link.
12. Los Vengadores (1961-1969): Serie de culto en Gran Bretaña donde Patrick McNee y Diana Rigg combinaban espionaje, suspense y psicodelia. Para la época y el país, de tradición conservadora, este cóctel fue totalmente exitoso, transmitiendo las dosis de humor y elegancia necesaria para el triunfo de la serie. Recuerdela en el siguiente enlace.
13. Se Ha Escrito un Crimen (1984-1996): 264 capítulos y otras tantas víctimas en una serie que apunto estuvo de dejar Estados Unidos sin ni un sólo habitante ya que pueblo que visitaba Angela Lansbury, pueblo en el que sucedía un asesinato. No obstante, recordamos a Jessica Fletcher y su máquina de escribir con mucho cariño y nostalgia. Y si no, pulse en el siguiente link.
14. Perry Mason (1973-1974): Sólo dos temporadas le bastaron a Raymond Burr para ponerse en la piel de este abogado creado originalmente para ser novelizado por Erle Stanley Gardner. Una adaptación de aquellos libros con un resultado excelente que gustó tanto a crítica como al exigente público. Recuerde el comienzo en este enlace.
15. El Fugitivo (1963-1967): «Tienes más kilómetros que la maleta del Fugitivo» dice un conocido refrán popular. Y si no, que se lo digan al gran David Janssen, el doctor Richard Kimble, acusado del brutal asesinato de su mujer. Una serie que tuvo una excelente secuela en 1993, que aún no teniendo el espíritu intrigante de la original, fue protagonizada por Harrison Ford y el oscarizado Tommy Lee Jones con casi la misma intensidad. Recuerde a Richard Kimble en el siguiente enlace.

Muchas son las series y me sabe a poco el homenaje. Pero valga este pequeño espacio en Internet para el recuerdo y la emoción de una televisión que sí merecía la pena ver. 

El milagro creativo de las Sitcom; Breve repaso por el reverso cómico de la Edad Dorada de la televisión

La comedia en televisión parece haber encontrado su particular fórmula del éxito, y esta sin duda, lleva aparejado el nombre anglosajón de sitcom. Concebida como una eficaz «escoba» de las audiencias en los preliminares del prime time,  la sitcom o situation comedy (comedia de situación) es un formato televisivo de tiempo reducido, en torno a los 20 minutos de metraje, que desarrolla buena parte de su acción en tres o cuatro decorados con un número limitado de protagonistas, siempre inferior a la media docena. Esta evidente sencillez formal se erige como la aliada idónea para la sucesión de gags visuales y tramas que concluyen en el mismo episodio, suscitando una agradable sensación de ligereza y falta de pretensiones. Sin embargo, esto no asegura de ningún modo el éxito apabullante que han cosechado las sitcom. Más allá de sus características televisivas, la nueva comedia estadounidense es un hallazgo creativo en toda regla, una genialidad fruto de la inventiva de una incipiente clase de guionistas y creadores que han renovado las claves de un género agotado en sus  patrones tradicionales.
De hecho, en la pantalla grande la comedia vive, a mi entender, un momento crítico por su falta de originalidad y la estupidez de sus planteamientos, a pesar de que muchos reivindiquen a Judd Apatow y su legión de seguidores como el futuro del género. Estrellas como Adam Sandler, Ben Stiller, Chris Rock o Martin Lawrence rozan ya el patetismo, desgastados por la su incesante y particular repetición de tics y cansina verborrea, mientras que nuevas figuras como el hierático y sensacional Steve Carell no pueden desembarazarse de sus emblemáticos roles en televisión, concretamente en The Office. La comedia estadounidense se ha vuelto blanda, cansina, falsamente transgresora y muy apegada al espectáculo con el objetivo de aglutinar al mayor número de públicos posibles. Únicamente casos aislados como el de Resacón en Las Vegas o 500 días juntos lograron subir algo el nivel, por lo general mediocre y cazurro.
Curiosamente, las apuestas cinematográficas dramáticas parecen seguir una dinámica similar a la de su reverso cómico; las grandes historias, los personajes complejos, los intérpretes reconocidos y, en definitiva, la originalidad se mudan a la pequeña pantalla, dando lugar a lo que se ha denominado «la edad dorada de la televisión». No es pues de extrañar que la entrega de los premios Emmys, la gala donde se premia a lo más granado de la temporada, comience a levantar más pasiones que unos Oscar depauperados y carentes de interés.
Y precisamente los Emmys de esta edición han confirmado el fenómeno del que aquí venimos dando buena cuenta, la preeminencia de las sitcom dentro de los apartados de comedia. Consesuado por todos ha sido el rotundo triunfo  de la debutante Modern Familiy (que ha estrenado en España recientemente Neox), una serie fresca, divertida, ciertas dosis de irreverencia y con algunas características ideales de la sitcom; seis personajes principales, escasos lugares de grabación y duración en torno a los 20 minutos; que funciona bien por la extravagancia de sus personajes (merecido el premio de secundario para Eric Stonestreet, el homosexual regordete) y la hilaridad absurda de sus actos. Además, se ha impuesto a veteranas como Rockefeller Plaza y Curb your Enthusiasm-Larry David, ambas sitcom de reconocido prestigio y amplio recorrido, The Office, Glee o Jackie con la genial Edie Falco y también considerada sitcom.
Y la lista no acaba aquí, es más, podemos decir que empieza en este punto. Probablemente son las dos series televisivas más famosas de la actualidad; dedicadas especialmente para jóvenes, humor gamberro, evidentes dosis de freakismo, sitcom modélicas, y varias temporadas de éxitos acumuladas sin un ápice de decadencia. Se trata de The Big Bang Theory y Cómo conocí a vuestra madre. La primera, a la espera de su cuarta temporada, nos sitúa en la compleja atmósfera social de un apartamento compartido por dos nerds («cerebritos») expertos en física cuántica pero absolutamente ignorantes de cómo vivir en el mundo real y sus retos, como, por ejemplo, ligar con chicas. Uno de sus protagonistas, Jim Parsons ha vencido esteaño  a pesos pesados como Carell o Larry David en la categoría de Mejor Actor Principal de los Emmys, y sin duda, no es algo gratuito teniendo en cuenta la construcción de su personaje Sheldon, todo un marciano al que ni siquiera se puede contemplar sin evitar la carcajada.
Cómo conocí a vuestra madre es, por otro lado, una veterana (el 20 de Septiembre estrena su sexta y quizás última temporada) que ha basado su éxito en una original premisa mantenida milagrosamente durante años; uno de sus protagonistas, Ted Mosby, narra a sus hijos la historía que lo llevó hasta su madre aunque, evidentemente, se distraiga infinitamente por el camino con las divertidas experiencias que vivió con el resto de sus compañeros, entre ellos, el apoteósico Barney, en mi opinión uno de los grandes personajes televisivos de la historia (Neil Patrick Harris continúa pidiendo a gritos un premio por ello, pero todas sus nominaciones a los Emmys y Globos de Oro no terminan de fructificar). Esta sitcom es, sin duda, el paradigma de la genialidad de unos creadores que continuan, año tras año, ideando situaciones tan inverosímiles como rematadamente entretenidas; una viva recomendación que no podeis dejar de ver.
Naturalmente, la lista es muy larga y no tenemos espacio (aunque lo haremos más adelante) para referirnos a todas; Dos hombres y medio con Charlie Sheen, Las aventuras de Christine, United States of Tara (creada por Spielberg e interpretada por Toni Collete), Will y Grace, Me llamo Earl, Scrubs  y un largo etcétera. Es realmente desolador que en nuestro país este formato haya brillado por su ausencia ante el voraz interés de los responsables televisivos, más pendientes en los ingresos publicitarios de series de más de una hora que ocupen todo el prime time, que de la propia calidad de las mismas. Así, sólo han sobresalido 7 Vidas, en un poco disimulado intento de imitar a la sitcom por excelencia, Friends, o la repetitiva y burda Escenas de matrimonio.
Las sitcom están de moda y con todo su derecho. Este humilde crítico aficionado al cine no puede más que disuadiros de ver una película cómica de dos horas y el típico y pasteloso final feliz, al tiempo que os anima a disfrutar de tres o cuatro capítulos de estas joyas de la televisión (todas ellas disponibles en la madre-Internet) si realmente quereis sentir cómo la originalidad y el buen rollo os desarma en forma de adicción. ¡Quién me iba a decir que algún día instaría a ver la televisión!

El buen azar de los premios Emmy

La pasada noche se entregaron los galardones que cada año premian a lo mejor de la televisión en Estados Unidos. Los Emmy se celebraron por todo lo alto en una ceremonia en la que destacó el premio honorífico a George Clooney a tenor de su inmensa labor humanitaria tanto a favor de los derechos humanos como por su implacable intervención en el conflicto somalí de Darfur.

Sacamos en claro que Mad Men sigue siendo la mejor serie dramática para los académicos de la televisión por encima de otras apuestas con bastante potencia como son Dexter, Perdidos, Breaking Bad o The Good Wife, compañeras de nominación de la serie ganadora. El elenco protagonista, de los cuales también estaban pendientes de galardón sus dos estrellas, el sin igual Jon Hamm y su fantástica e inimitable recreación de Donald Draper y su esposa en la ficción, la bellísima January Jones en su particular homenaje a las mujeres que vivieron aquellos años 50 y 60, tan complicados para ellas y para el mundo.

Pero si asistimos al triunfo de Mad Men como mejor serie dramática, asistimos también a la victoria de Modern Family como mejor serie de comedia, una fantástica sensación de sarcasmo ante el sueño americano delante de un espectador que espera ver tan sólo las idas y venidas de una familia “aparentemente” normal. Con actores totalmente desconocidos, se ha puesto en la cabeza de las comedias americanas por delante de referentes como Rockefeller Plaza o The Office. Un caso similar se dio cuando, en la pasada edición de los Globos de Oro, Glee se impuso a todas sus demás contrincantes dando una campanada en medio de unos premios casi previamente establecidos.

Asistimos también a la decepción de Julianna Margulies al no poder lograr un merecido Emmy por su interpretación en The Good Wife pero presenciamos como uno de los actores favoritos de todo el mundo, Bryan Cranston, se alzaba con su galardón por Breaking Bad por tercer año consecutivo. Era la categoría más disputada y ciertamente no decepcionó. Actores de la talla de Jon Hamm, Hugh Laurie, Michael C. Hall o Matthew Fox amén del propio Cranston se disputaban por la codiciada estatuilla dorada que les acreditaba como mejores actores dramáticos.

La gran triunfadora de la noche fue The Pacific, una serie que se sabía de antemano, iba a ganar el premio a la mejor miniserie. Era de esperar y el dueto Spielberg-Hanks subió a recoger el galardón de la heredera de otra serie de referencia: Hermanos de Sangre.

Perdidos, en su último año de exhibición, no consiguió ninguna de las nominaciones a las que optaba. Seis eran, entre las que se cuentan Mejor serie de drama, actor principal, actor de reparto (por partida doble para los grandes Terry O´Quinn y Michael Emerson), dirección y guión aunque finalmente no se alzó con ninguno de ellos.

En los apartados menos destacados, aunque no por ello menos importantes e interesantes, Jim Parsons consiguió el galardón al mejor actor de comedia por The Big Bang Theory. Al Pacino fue el mejor actor en miniserie por You Don´t Know Jack. Por su parte, la archiconocida Edie Falco, ganadora en anteriores ocasiones de los Emmy por ser Carmela Soprano en aquella serie a la que sólo se me ocurre calificar como «genial», se alzó anoche con el premio a la mejor actriz en serie de comedia por Nurse Jackie.

Para consultar el palmarés más detallado y completo, acuda a www.emmys.com

Urgencias; El buen doctor

8/10

Buenos días, doctor. ¿Ha visto alguna vez la serie Urgencias?
– Si, como no. Todo médico ha visto alguna vez esa serie. No para aprender, sino para intentar averiguar qué hacían bien y qué eran fallos de guión.
¿Encontró algún fallo de esos que usted dice?
– La verdad es que los podría contar con los dedos de una sola mano. Y me sobrarían dedos. Es increíble como una serie de televisión puede rozar de esa manera la exactitud médica.
– ¿Exactitud médica?
– Poner al alcance del público conceptos que para nosotros están totalmente normalizados. Es, digamos, acercar la jerga médica a los pacientes. Recuerdo que había personas que llegaban a la consulta utilizando términos especializados. Afortunadamente, eran escasos los que utilizaban palabras como asistolia, cianosis, fibrilar y demás términos propios de las frenéticas consultas de Urgencias.
– ¿Hay algo de exagerado en la serie? ¿Esa velocidad con la que entran los pacientes en las salas de Trauma? ¿Ese frenetismo, como usted ha dicho?
– Hombre, no se qué decirte. Nunca he trabajado en Estados Unidos y menos en un hospital de una capital. Pero hay de todo. Días de ritmo más alocado y jornadas más relajadas. En la serie, si te acuerdas, hay tanto de uno como de otro.
– Entonces, ¿usted está de acuerdo con la mayor parte de la crítica, que alaba a Urgencias de manera latente, aumentando un éxito y curiosidad entre aquellos que no la han visto, en que es una de las mejores series hechas?
– Efectivamente. Hay opiniones para todos los gustos. Urgencias es la antítesis de series tan irregulares como, ya que estamos en España, MIR, Hospital Central, Médico de Familia y todas esas cosas que parecían tener más dosis de morbo que fidelidad a la realidad.
– Un momento, doctor. Estará usted de acuerdo conmigo en que Hospital Central es un logro en la ficción televisiva española.
– Podría ser. Pero pecaba de exceso de sangre y de historias muy poco creíbles. A mi no me hacía mucha gracia, pero entiendo que fue un éxito.
– ¿Y Anatomía de Grey?
– Es una serie que le gusta mucho a mis hijas. Pero no tiene nada que ver. En Anatomía de Grey se fijan más en las relaciones personales. Urgencias era más, como decirlo, profesional.
– Si le digo ahora: Medicina en Televisión, ¿qué me recomienda?
– Pues la verdad es que poca cosa. Aunque hay que tenerle un respeto al doctor House. El problema es que me cae muy mal ese hombre. Lo veo en la pantalla y me resulta desagradable. Se que es su personaje y Hugh Laurie es un grandísimo actor. Pero la serie no me termina de llenar.
– ¿El objetivo de House es que te caiga mal no?
– Podría ser. Pero, si hablamos de Urgencias, te diré por ejemplo que el papel de Kerry Weaver (Laura Innes) es de absoluto despropósito. Pero, por activa o por pasiva, siempre le encuentras un punto positivo a su favor.
-Para gustos, colores. ¿Verdad, doctor?
– Eso es.
– Yo ya he visto la serie entera y soy uno de los adeptos a Mark Green, Doug Ross o la enfermera Hathaway. Se que es la epinefrina, la dopamina, el salino… Lo que yo quiero es que convenza a los lectores de El Cine que Vivimos Peligrosamente de por qué deben ver Urgencias. Hágame un panegírico, por favor.
– De entrada diré que es una serie que comenzó en 1994. Por tanto, algunos de los procedimientos ya están obsoletos gracias a los avances de la tecnología médica. Hay que situarse en el contexto de los Estados Unidos de mediados de los 90, donde la sanidad era privada y donde una placa de tórax le costaba varias decenas de dólares a los seguros. En esa sociedad, en el County General de Chicago, tiene lugar una sucesión de acontecimientos a los que asistiremos como si fueran propios. Tiene un guión a la altura de las circunstancias. Frenético cuando necesita serlo y pausado para mostrar los momentos en las que las relaciones sociales entre profesionales salen a la luz dejando la medicina de lado, aunque esto sólo ocurra a veces. Es lo que más me gusta de la serie. En un capítulo asistimos a unas lecciones de cirugía y al siguiente asistimos al entierro de un familiar de uno de los médicos o las enfermeras. Los guionistas han sabido dosificar al espectador para no aburrirle con tantas medicinas, jeringuillas y enfermedades incurables.
Y qué decir del tema principal. Tengo entendido que fue el respetado James Newton Howard el que compuso esta inolvidable melodía que ha abierto durante 15 temporadas una serie marcada por todas y cada una de las interpretaciones que han asaltado a este hospital. Desde estrellas invitadas como Mickey Rooney, Alan Alda, William H. Macy o Susan Sarandon pasando por los inolvidables médicos: Anthony Edwards, George Clooney, Julianna Margulies, Sherry Stringfield, Laura Innes, Eriq La Salle o Maria Bello, por no nombrarlos a todos. Algunos empezaron sus carreras aquí y otros las consagraron.
En fin, una serie para disfrutar de la medicina de Urgencias, de las salas de cirugia y, por qué no, de un buen culebrón americano que no te hará levantarte del sillón sin haber visto antes otro capítulo.
– Se ha explayado, doctor. Eso es bueno. Es señal de que hay un hueco en su filmoteca para una serie que nos ha marcado una época, una juventud en mi caso, a todos los que hemos disfrutado de ella.
– Eso mismo he querido expresar. Los avances del vídeo doméstico y la tecnología han hecho que volvamos a disfrutar de ella en DVD, de la primera a la última temporada. Riamos, lloremos y nos sintamos como uno más acompañando al cámara en sus largos planos-secuencia, que hacen que Urgencias sea una de las mejores series jamás exhibidas en televisión.
– Una cosa, doctor. ¿Sabe quien creó la serie? ¿Se sorprendería si le dijera que fue el mismo que escribió Parque Jurásico?
– ¿Eso es bueno? ¿O malo?

Juzguen ustedes mismos.

Crítica Nip/Tuck, (1º temporada, 2003); La cínica respuesta televisiva al cínico mundo de la cirugía estética

7/10

Desembarazada de las ataduras de lo políticamente correcto que las cadenas norteamericanas públicas infringen sobre sus productos de ficción, la serie de la FX Networks Nip/Tuck (A golpe de bisturí en España) ha hecho de la libérrima creatividad y el autoconsciente uso del cinismo su marca de distinción dentro del panorama televisivo. La controversia no ha abandonado a las andanzas de los dos cirujanos plásticos de Miami a lo largo de estos siete años de existencia, y es que el lenguaje soez, las abundantes escenas de escenas de alto contenido erótico, o la reproducción de situaciones cuanto menos grotescas y nunca antes mostradas en la pequeña pantalla, indujo la protesta de los sectores más conservadores de Estados Unidos, quienes incluso demandaron la retirada de los anunciantes que apoyaban la serie. No obstante, Nip/Tuck ha continuado con paso firme, brindando las audiencias más abultadas de la cadena de cable y renovando año tras año nuevas temporadas con su característica dosis de humor negro.

En su primera temporada hemos presenciado lecciones aceleradas de cómo practicarse a sí mismo una prepuciotomía, asistimos a una eutanasia asistida, al enamoramiento fulgurante de una lesbiana y una transexual, a una operación apresurada y ciertamente sádica de botox, a tríos adolescentes y fiestas de swingers de clase alta, extorsiones mafiosas con asesinados de por medios, hámsters precipitados al desagüe, infidelidades varias y embarazos frustrados, o no, y si no que se lo digan al orgulloso padre de un bebé negro inesperado en un apoteósico final de temporada.

Sin embargo, y a pesar de los escabrosos episodios mencionados anteriormente, no podemos caer en el error de reducir esta serie de más que digna existencia a una sucesión de momentos curiosos y hasta cierto punto bizarros. El creador de Nip/Tuck, Ryan Murphy, (responsable asimismo de Glee y de la nueva película de Julia Roberts y Javier Bardem, Come, reza, ama) ha catalogado la serie como una historia de amor entre dos hombres heterosexuales. Y lo cierto es que, si se ahonda en las complejas relaciones establecidas entre los doctores Sean McNamara (Dylan Walsh) y Christian Troy (Julian McMahon) más allá de lo meramente morboso, podemos percibir el enorme respeto entablado entre ellos, así como la envidia y la inseguridad que los domina cuando la vida del otro se interpone en sus propias consciencias, en sus propias percepciones de una existencia vacía y falsa. Como falsa es la identidad misógina y gamberra de Troy, o el matrimonio sobre el que se sustenta McNamara, asediado por las dudas y el trío amoroso establecido entre su mujer, Julia (Joely Richardson), y los dos doctores y amigos.

La acción se desarrolla encabalgando las consultas de la clínica y las aventuras dramático-eróticas de los protagonistas, no sin renunciar al desarrollo de tramas paralelas que complementan al eje central y algo fragmentado sobre el que gira la serie. Como aglutinante; el humor negro, la sátira, el erotismo y el cinismo. en un mundo, el de la cirugía estética, plagado de mentiras, dobles raseros y una falta preocupante de moral Los episodios se suceden livianos, a veces trágicos, engarzados por una cierta sensación de surrealismo sutil que embarga al espectador en una suerte de ensoñación catódica. Por su libertad sin concesiones y por su carácter transgresor, Nip/Tuck se erige como una alternativa necesaria dentro del panorama televisivo norteamericano, reconocida por público y crítica. No en vano, en una sorprendente edición de los Globos de Oro de 2005, la serie se hizo con el premio a la Mejor serie dramática por encima de Los Soprano, premio al que ya fue nominada la edición anterior junto a las de sus actores Julian McMahon y Joely Richardon.

Desde El cine que vivimos peligrosamente no perderemos la vista las andanzas de McNamara y Troy y continuaremos reseñando las siguientes temporadas en los próximos meses. Ya saben, háganse la pregunta, “¿qué es lo que no le gusta de su cuerpo?”

El cine sigue estando en la televisión

Somos muchos los que pensamos que las buenas historias se han mudado desde el cine a la televisión. Esta semana hemos conocido los nominados a los Premios Emmy y se puede certificar la calidad de cada uno de los participantes.
Perdidos, Mad Men, Dexter, Breaking Bad, The Good Wife y True Blood se rifarán el Emmy a la mejor serie dramática. Todo ello será el 29 de agosto. En esta categoría está, principalmente, la referencia para valorar la calidad de los productos televisivos que nos llegan desde Estados Unidos. Pero tampoco vamos a dejar de lado a las comedias. Y es que The Office, Rockefeller Plaza, Glee, Larry David, Jackie y Modern Family se pelearán por conseguir la codiciada estatuilla de los Emmy, casi tan apreciada últimamente (o incluso más) que los propios premios Oscar.
Los máximos galardones de la televisión se entregarán a finales de agosto y la expectación es máxima. Todo el mundo está apurando las últimas temporadas de todas las series a concurso para valorar la justa, o no, decisión de los miembros de la Academia de la Televisión de los Estados Unidos.
Las productoras, como hemos venido viendo desde hace algunos años, han preferido invertir directamente en guiones de calidad máxima para ser desarrollados con más detenimiento que en las dos horas de duración estándar que ofrece una película. Así, hemos visto como Los Soprano, The Wire, House o Los Tudor se introdujeron en la pequeña pantalla contando historias apasionantes sobre Medicina, Historia o retratos de la Mafia que ya quisieran las mejores películas de la Historia del Cine. De este modo, se ha conseguido que el espectador se sienta más satisfecho viendo cada capítulo de una serie que yendo al cine a ver una película.
Casi todos estamos de acuerdo cuando decimos que las buenas historias se cuentan en televisión. Buena nota de ello la dan miniseries como The Pacific, producida por dos pesos pesados de Hollywood como son Tom Hanks y Steven Spielberg. Ambos creyeron que el salón de casa era el mejor espacio para recrear la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Nominada este año a la mejor miniserie, The Pacific es un goce para los sentidos y para cualquier espectador que busque una buena historia bélica. Sin duda, toda una referencia.
Otra prueba más de lo que estoy argumentando es el trasvase de actores desde la gran a la pequeña pantalla. Profesionales como Alec Baldwin, Ian McKellen, Jeff Bridges, Al Pacino, Michael Sheen, Judi Dench, Maggie Smith, Michael Gambon, John Goodman, Julia Ormond, Susan Sarandon o Kathy Bates. Todos ellos nominados este año por sus participaciones en series o miniseries; roles principales o secundarios. Es una prueba más de que el futuro de los buenos guiones está en la televisión. Esas buenas historias que antes se contaban en el cine ahora parece que han caminado hacia HBO, FOX, AMC y todas las productoras que han abogado por una televisión de calidad en Estados Unidos.
Todos estaremos pendientes el 29 de agosto de todas las series mencionadas en los primeros párrafos. De The Pacific. Y sobre todo de los actores. Aquellos que ya se están convirtiendo en nuestros actores favoritos: Jon Hamm (Mad Men), Michael C. Hall (Dexter), Hugh Laurie (House), Bryan Cranston (Breaking Bad) o la sorpresa de este año, Matthew Fox por Perdidos. A su vez, la categoría de «mejor actor principal en miniserie o telefilm» no tiene nada que envidiarle a los Oscar: Ian McKellen, Jeff Bridges, Michael Sheen, Dennis Quaid y Al Pacino.
Por su parte, las actrices. Aquellas que adoramos por su increíble belleza y su talento interpretativo (desde aquí aprovecho para mostrar mi adoración a Julianna Margulies y, sobre todo, a January Jones).
Si quiere saber más acerca de los nominados a los Emmy este año, le animo a visitar el enlace de la página oficial de los Emmy (pulse aquí) y la web de temática cinematográfica Filmaffinity (pulse aquí)

Dexter; La sangre del forense

8/10


Showtime nos ha venido ofreciendo durante los tres últimos años una de las mejores series del panorama televisivo. Si en esta sección dedicada por entero a las series hemos comentado ya Perdidos y Los Soprano, no podía faltar uno de los éxitos de los últimos tiempos.
Sin duda ninguna me atrevo a decir que el cine ahora se ha mudado a la televisión. Ya no se cuentan buenas historias en la gran pantalla y todo pasa mediante un trasvase de actores, directores y guionistas al salón de nuestra casa. Historias de la Mafia, familias destrozadas, médicos sinvergüenzas, hermanos y madres, comedias, dramas psicológicos, fantasmas y humanos y toda una serie de relatos que productoras y cadenas como ABC, Showtime, FOX y en mayor medida y con más éxito, HBO, han traído hasta nuestras casas. El que escribe siempre estuvo bien acostumbrado a ver series de televisión y recuerda con cariño las series que marcaron su infancia y juventud. Léase MacGyver, El Equipo A, El Coche Fantástico o Los Vigilantes de la Playa, no sin olvidar su serie de cabecera: Los Simpsons, que algún día tendré el placer de «criticar» en este blog. Es por eso que, después de unos años dedicados por entero a ver cine y toda una serie de películas de todos los estilos, géneros y épocas, parece que el gusanillo de seguir capítulo a capítulo una serie ha vuelto a renacer.
Lo hizo cuando comencé a ver Los Soprano, devorando cada una de sus entregas como si fuera el último capítulo. Decidí buscar la serie en DVD una vez que laSexta dio por finalizada su emisión. Lo mismo sucedió con Perdidos y Urgencias, series de las que Televisión Española me privó cuando era más joven y que ahora, gracias al mercado del DVD, vuelven a las estanterías de mi habitación. Ese nuevo cine que propaga la televisión está presente en historias como Mad Men, The Wire, Los Tudor o Hermanos de Sangre. Y como no, en Dexter.
La historia acerca de este forense especializado en analizar marcas de sangre que de día es un amable miembro de la Policía de Miami y de noche un sanguinario y despiadado asesino en serie no es nueva. La bipolaridad de un personaje puebla decenas de guiones en toda la Historia del Cine. Pero en Dexter se nos hace partícipes de esa bipolaridad. Y es que nuestro protagonista no está loco. En primera instancia, pensaríamos que le falta algo en la cabeza si se dedica a la vida que lleva, con tanta jactancia como podemos observar. Pero no. Es un superhéroe de los que ya no quedan. Limpia la sociedad de malas hierbas. Es, en su manifiesta crueldad, un personaje que ejerce un bien público. Resulta totalmente indecente lo que estoy escribiendo. Lo se. Pero gracias a que en cada capítulo nos introducimos de lleno en su mente, sabemos que Dexter Morgan no es un villano. Simplemente es un luchador contra el crimen y las injusticias que hacen que la sociedad viva intimidada. Dexter utiliza métodos poco ortodoxos. El empleo de sierras motorizadas y cuchillos de gran tamaño no hacen que sea una serie apta para todos los públicos. No vemos nada, pero el simple hecho de observar sus rituales de muerte, ya eriza la piel. Las bolsas de basura sirven como instrumento final para llevar a cabo sus «buenas obras».
Con un guión que consiste en dar vueltas alrededor del personaje principal mientras su mente cabila con el fin de que no consigan darle caza por sus crímenes, el espectador debe sentirse atrapado ante todas y cada una de las maniobras que Dexter realiza para escapar del peso de una ley para la que él mismo trabaja. Interpretaciones sobresalientes y una fotografía muy particular para ser una serie de suspense e intriga con toques de comedia negra así como una banda sonora, compuesta por Daniel Licht, que atrapa al televidente en una atmósfera extraña nunca antes vista.
Michael C. Hall, un actor al que ya vimos destacar en A Dos Metros Bajo Tierra ofrece una interpretación portentosa, creíble y que hace sentir una tremenda simpatía ante tamaña representación del mal (o del bien) humano. Galardonado con un Globo de Oro esta pasada edición, Hall acumula nominación por temporada que la serie ha estado en antena. Ha competido con pesos pesados como Hugh Laurie y su House y Jon Hamm y su exquisito Donald Draper (Mad Men). Sin duda, Michael C. Hall es lo más notable de una serie en el que cada uno de los actores cumple con su papel de una manera fantásticamente creíble construyendo uno de los mejores repartos de serie de televisión de la última década.
Acompañando a nuestro protagonista está su novia en la ficción, Julie Benz (inolvidable papel en Mejor… Imposible); Jennifer Carpenter, esposa en la vida real de Michael C. Hall y su hermana en la ficción. Ella es el contrapunto a la doble vida de su hermano. Por otro lado, todos los actores secundarios merecen un reconocimiento en especial aquellos actores invitados como John Lithgow, Keith Carradine, Jaime Murphy y Jimmy Smits, contruyendo excelentes referentes secundarios dentro de un elenco que incluye a C. S. Lee, Lauren Velez (gran interpretación de la teniente LaGuerta) y a David Zayas (portentoso Ángel Batista).
Gran serie, fantástico entretenimiento, suspense, comedia, drama y crimen para una de las mejores series que hemos tenido el placer de contemplar en los últimos años. Van cuatro temporadas y la quinta ya está en marcha.
Eché de menos a Tony Soprano. Eché de menos a Jack Shepard y me costará echar de menos a Dexter Morgan.

Crítica Los Soprano (TV); Confirmado: Mejor serie de la Historia

9/10

Es inevitable que una persona que desea dedicarse a esto del cine y de la televisión no haga una crítica después de haber finalizado, hace apenas diez minutos, una de las series más impactantes, espectaculares y mágicas de la televisión americana. Y es que a través de la cadena HBO, el 10 de enero de 1999, un hombre con un alto porcentaje de masa corporal se ponía detrás de nuestra pantalla para hacer las delicias de los más de 10 millones de espectadores de media que la serie ha tenido durante sus seis temporadas. Hablamos, como no, de Los Soprano.
He de reconocer que cuando comencé a ver la serie allá por el verano del 2009 no me empezó gustando nada. El guión me parecía pesado y no había nada en la serie que me llamara la atención. Convencido de ello, abandoné su visionado por el de otra serie producto de la AMC llamada Mad Men, una auténtica maravilla. Pero cuando terminé de ver las fechorías de Donald Draper, había encima de mi mesa un pack de 4 DVD con la cara de James Gandolfini mirándome con cara de pocos amigos. Fue en ese momento cuando sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, desde los pelos de la cabeza hasta mi malogrado tendón de Aquiles. Debía hacer que mis ojos contemplaran Los Soprano.
Poco después, en un número de la revista Cinemanía, encontré un especial de «Las 50 Mejores Series de la Década». En el se hacía un top-five en el que se incluían Perdidos, Los Simpsons, A Dos Metros Bajo Tierra, The Wire y finalizando, Los Soprano. Aún más animado me sentí a ver esta serie que tantos quebraderos de cabeza me ha dado. No me refiero a los rompecabezas dePerdidos ni a las intrigas de Mad Men o The Wire. Son series diferentes y después de contemplar el final de Los Soprano ya no me queda duda de que jamás volveré a ver nada parecido en televisión.
Mi intención no es la de desvelar absolutamente nada. No pienso hacerlo porque me consta que hay muchos amigos que están esforzándose por seguir la trama. No os preocupéis, que aunque vayais por la primera o por la tercera, mi objetivo es animaros a entrar en el mundo de Tony Soprano hasta que vuestras retinas repitan su nombre. No me gustaría dar carpetazo a esta serie sin antes hacer mención al artífice del gran éxito de la serie: David Chase, su creador. Un hombre que se pasó 10 años de su vida preparando esta serie y batallando contra viento y marea para que los mejores directores, guionistas, actores y técnicos llevasen a las casas el mundo de la Cosa Nostra de Nueva Jersey. De esta forma, guionistas y productores como Terence Winter o Matthew Weiner (creador de Mad Men), directores como Tim Van Patten o Jack Bender así como todos los actores que participan en la serie y a los que quiero rendir tributo. Edie Falco (Carmela), Robert Iler (Anthony Jr.), Jamie Lynn Sigler (Meadow), Lorraine Bracco (Dra. Melfi), Michael Imperioli (imponente Christopher Moltisanti), Dominic Chianese (el tío Junior), Steven Van Zandt (Silvio), Tony Sirico (Paulie), Aida Turturro (Jeanice), Steven Schirrippa (Bobby) y todos aquellos que salen en la serie y a los que no voy a nombrar por respeto a aquellas personas que aún no han entrado en el mundo de la costa este de Nueva York. Pero si usted es un ávido lector se habrá dado cuenta de que arriba falta un nombre. El nombre de un actor que ha sido el encargado de llevar la dura carga de la interpretación del personaje que da vida a la serie: Tony Soprano. Estoy hablando del único actor que es capaz de interpretar al más canalla de los mafiosos y a la vez seamos capaces de sentir una simpatía tal por él que no nos importaría que fuera familia nuestra o tenerlo como vecino. Este hombre no es otro que James Gandolfini, alguien que ya ha entrado en la Historia del Cine y de la televisión por méritos propios y que ha construido uno de los personajes más seguidos y carismáticos que se han paseado por nuestra pequeña pantalla. James Gandolfini es un actor tardío al que le va a costar sangre, sudor y lágrimas desprenderse de la etiqueta de Soprano, pero que debe recordar que fue esa etiqueta el que lo elevó a los altares.
Con un cuidado extremo, desde 1999 hasta 2006, Los Soprano ha venido siendo la serie a batir por las cadenas rivales en lo que a audiencia se refiere. Con millones de espectadores en todo el mundo que han sabido premiar su fidelidad a la serie, los que no llegamos a tiempo o éramos demasiado jóvenes para entender de que iba todo aquello de la Mafia, llegó la Warner Bros y nos puso en las estanterías de los centros comerciales las 6 temporadas en DVD. Llegar, ver, comprar y disfrutar.
Con un sinfín de premios, entre los cuales destacan las 111 nominaciones que llegó a reunir para los premios Emmy en los siete años que estuvo en antena, hay que destacar los premios a todo el reparto, especialmente a James Gandolfini, Edie Falco y Michael Imperioli, el cual hizo de guionista y director en algún que otro episodio.
Hace ya veinte minutos que termine la serie. He sentido pena cuando he sacado el DVD del reproductor de vídeo porque ya me había acostumbrado a ver algún capítulo todas las noches. Pero bueno, la vida sigue y vendrá otra serie. Imposible que la que venga sea mejor porque siempre se comparará con Los Soprano.
Lo que pido es muy sencillo. Vean la serie hasta el final. No desistan por muy cansino que parezca. No lo es. A medida que vas conociendo a los personajes vas identificándote poco a poco con alguno de ellos. Llegas a sentir lo mismo que ellos. La evolución de los personajes y los sucesos que acontecen en la serie son el devenir de cada uno de ellos. La redención, la muerte, el suicidio, el asesinato, la confesión, la traición. Todo forma parte del mismo cóctel. Por esa razón, merece la pena disfrutar de una serie que ha dado que hablar, esta dando y sin duda ninguna, dará que hablar en el futuro.